Siempre que observaba la fila inacabable de desempleados, intentando presentar algún documento, ante las oficinas de los Servicios Públicos de Empleo, recordaba la cita de Ovidio: “La carga que se lleva con paciencia es leve.” Claro que, después de intentar entregar unos documentos en dicha oficina de Empleo Estatal, comprendí por qué mi mujer llegó tres veces llorando de dicha oficina y pensé que Burke tenía más razón que Ovidio, cuando decía: “ Hay un límite donde la tolerancia deja de ser virtud”.
Les voy a contar mi odisea: Después de informarme de que un decreto me permitía entregar documentación de mi esposa, con su autorización, ya que ella no podía acudir, fui confiado a la oficina de prestaciones del Servicio de Empleo Estatal; después de esperar hora y media, a que me diesen número –otra genialidad- y de aguardar, casi otra hora, a que me tocase, topé con la empleada de turno, que tenía órdenes de no aceptar la documentación más que del solicitante. Tras apelar al decreto, habló con algún superior y sólo me dio la opción de llevarlo al Registro. Pedí hablar con la directora y me remitieron a “media hora más tarde”, momento en que me recibieron con el lacónico: “Ha dicho que, si quiere entregarlo, vaya al Registro”. ¿Por qué me resistía a entregarlo en el Registro? Porque otro empleado me había alertado de que no lo hiciera: “Vaya usted a saber cuando dan trámite y cómo a la montaña que se forma”. Me enteré, hablando en las esperas insoportables, de que el trato que hacía llorar a mi mujer no era inhabitual, y el descontento de las filas generalizado. La otra vez, hace años, que acudí a esa oficina, tuve que acabar hablando con la directora –desconozco si era la misma-, por cosa parecida, pero esta vez ni siquiera quiso recibirme.
Mi caso no es importante; sólo me ha costado una mañana en las filas –espero que el Registro dé trámite natural a la documentación-, pero ¿cómo son tan pacientes los parados logroñeses para soportar, además de su desempleo, un trato torpe y desconsiderado que les hace pasar la mañana en esas filas de la vergüenza? ¿Dónde está, en los responsables, esa sensibilidad para con los desfavorecidos de que hablan Blanco y Zapatero? Sí, ya sé que una cosa es predicar y otra dar trigo.
Contrasta ese trato con el de la oficina contigua, la autonómica, donde todo fue amabilidad y buenos modos. ¿Es casualidad que lo estatal, lo que depende del gobierno socialista, funcione peor que lo autonómico, que depende de los populares? ¿O son simplemente quienes dan las órdenes, en ambas y contiguas oficinas, quienes marcan, con su forma de dirigirlas, la diferencia? Si es así, quizá sólo sea cuestión de cambiar a una persona. Si es lo otro, habrá que cambiar al Gobierno de la nación. Desde luego, tenía razón Burke: “Hay un límite en el que la tolerancia deje de ser virtud”.
“ALONSO CHÁVARRI”