La vida pública local anda revuelta con la vuelta de Revuelta; también la nacional, con la sucesión de ZP y las corrupciones, que son el rayo que no cesa; y la internacional, en la que el libio parece dispuesto a amargarnos el pasar, con el petróleo por las nubes, para regocijo de Repsol y otros pescadores en aguas revueltas, y con Japón destrozado por terremotos, tsunami y energía nuclear –a ver si toma nota Rajoy, que es pro-nuclear: ¿no decían que estaban construidas a prueba de terremotos? Pues Garoña es igual que la japonesa y parece que la refrigeración no resiste los fallos eléctricos. ¡Que Dios nos coja confesados!-. O sea: el mundo gira con su normalidad más absoluta a cuestas. Lo extraño sería que la vida local fuera apacible, la vida nacional estuviera llena de integridad y la internacional no fuera pasto de guerras, desastres y especulación; eso no ocurría ni en el pensamiento de Martin Luther King, que tenía un sueño y, más o menos, se cumplió, aunque él no lo viera, pero ya no hay prohombres que tengan un sueño, ahora tienen coche oficial y línea directa con el fondo monetario internacional, con los mercados o con Bruselas, que nunca he sabido si son lo mismo.
Bien mirado, lo de Gadafi tiene mal arreglo: si los europeos intervienen, mal, porque lo harán por el petróleo; si no intervienen, peor, porque dejarán que el dictador masacre a su pueblo; y, si intervienen a medias, armando a la oposición, estarán vendiendo armas, como siempre. Ya lo decía mi abuelo, aunque él se refería al matrimonio: “Hagas lo que hagas, te vas a arrepentir.” El asunto nacional tampoco tiene buen pronóstico: ZP, después de dejar al país en la ruina, a los españoles en el paro y a los consumidores sin ganas de consumir –bueno, ganas si tienen, lo que no tienen es liquidez, que es un eufemismo para decir que están a dos velas-, se ha vuelto un hombre triste que, por no tener, no tiene ni sucesor; y parece que con la corrupción no hay quien pueda, porque, si lo piensas bien, lo de los ERES de Andalucía es una cosa como de Torrente, que ahora tiene de ayudante a Paquirrín.
En fin, que, puestos a elegir, me quedo con la cosa local, con la vuelta de Revuelta, que es un episodio con sabor clásico, en el que puede haber miradas aviesas, pactos, quizá venganzas…; sólo faltan grandes intereses económicos detrás, para que sea el argumento de una serie de televisión española, aunque para eso faltan izquierdistas buenos, republicanos se entiende, y derechistas muy malos –a ser posible, que alguno sea golpista y se parezca a Aznar, como en la serie La República-. Como ven, esto es mucho más interesante que ponerse a pensar en Garoña o en la crisis. ¡Dónde vas a parar! Y no te quita el sueño.
“ALONSO CHÁVARRI”