Es curioso y triste que dos columnas de la sociedad democrática, como son políticos y sindicalistas, estén tan mal conceptuados por la sociedad. En las encuestas del C.I.S., los políticos llegaron a estar considerados como el segundo o tercer problema del país; en cuanto a los sindicalistas, es difícil encontrar a alguien, ajeno a su entorno natural, que tenga buena opinión sobre ellos. Esto no es bueno, porque ambos grupos sociales son muy necesarios para la buena marcha de la sociedad. ¿Por qué hemos llegado a esta inconveniente situación? Quizá porque se han ido alejando de la realidad, sumergidos en sus mundos particulares. Ya Aparisi y Guijarro decía: “Los parlamentarios jamás se detienen en su camino, y como se crean una nación para su uso particular, hacen poco caso de la nación verdadera”. A la ciudadanía le cuesta entender algunos de los modos de actuación políticos, por ejemplo: no comprenden, en la crisis en que estamos inmersos, que sigan con sus riñas partidistas, en vez de ponerse de acuerdo para sacar al país del atolladero. Las medidas que se han visto obligados a tomar bien merecerían un gobierno de concentración, porque, si esta situación no lo requiere, no será necesario nunca.
Los sindicalistas se han ganado el mal concepto que de ellos tienen los ciudadanos, ya que se han esforzado por conseguir cuotas de poder y se nota demasiado. ¿Por qué hay muchos más liberados sindicales de los que marcaba la ley? ¿Por qué han conseguido cupos particulares para alguna cuestión, como las comisiones de servicio? ¿Por qué se han de dedicar a impartir cursos de todo tipo? ¿Por qué han de estar presentes en algunos consejos de administración? ¿Por qué…? Con esta estructura disparatada, bastante tienen con dedicarse a mantenerla. Así ocurre lo que ocurre, como en el caso de Bankia, que estaban todos en el consejo de administración: miembros del Partido Popular, del Partido Socialista, de Izquierda Unida, dela CEOEy algún dirigente de U.G.T. Se supone que estaban para controlar algo, no sólo para cobrar el sueldo, y el banco ha acabado en quiebra, que se quiere evitar con dinero público.
Se entiende que los ciudadanos no tengan demasiado buen concepto de políticos y sindicalistas. No hacen sino volver la mirada hacia el aforismo del suizo Louis Dumur: “La política es el arte de servirse de los hombres, haciéndoles creer que se les sirve a ellos”. Como políticos y sindicatos son muy necesarios –y hay de todo y no se debe generalizar-, parece razonable reducirlos; los liberados sindicales podrían quedar en lo que marcaba la ley, desapareciendo cursos, prebendas, consejos de administración, etc.; y sería razonable suprimir el Senado, las Diputaciones, algunas competencias autonómicas y ciertas prebendas. Así todo podría volver a su cauce, y políticos y sindicatos recuperarían la consideración de la sociedad, tan necesaria para desarrollar bien sus funciones. Eso que nunca debieron perder.
“ALONSO CHÁVARRI”