Alguien dijo que cada país tiene las instituciones que se merece, pero yo no creo que los españoles merezcamos los bancos que tenemos. La historia bancaria reciente está llena de escándalos: intervención de los bancos de Rumasa, caso Mario Conde-Banesto, caso Mariano Rubio-Banco de España, caso Sofico, caso Forum Filatélico… hasta llegar a la actual situación de caos bancario, en la que el dinero de todos ha tenido que acudir al rescate de cierta banca impresentable, sin que, por el momento, hayan pasado por la cárcel los causantes del grave quebranto.
Un amigo, ejecutivo de Banca, me dijo el día en que se jubiló: “Ahora ya puedo decírtelo, no hagas nunca caso a los consejos del Banco, el interés de los clientes importa un pimiento”. ¿Cuántos han perdido dinero por dejarse aconsejar por los bancos? Parece como si la misión de la banca no fuera el servicio público sino el quedarse con el dinero de sus clientes. Echen un vistazo a las comisiones bancarias: doce euros –dos mil pesetas- por sacar cuatrocientos… ¡en todos los bancos parecido! Y mejor no saber lo que cobran por mantener una cuenta, nos puede dar un soponcio. Como decía mi amigo Úrculo: “En mi pueblo los panaderos no se hablan, pero se reúnen una vez al año para subir el precio del pan”. Tal vez los bancos no hacen eso, pero lo parece, porque brilla por su ausencia el respeto a la ley de defensa de la competencia.
La penúltima faena, muy indicativa de la línea de trabajo de esta banca, es el escándalo de las preferentes, por el que muchos clientes se han sentido engañados porque no sabían en qué invertían, pero esto de no saber en que se invierte es lo normal, a tenor de los complicados productos de inversión que ofrecen, con folios de letra pequeña y rentabilidades que son medias mensuales de revalorizaciones de… Nada que ver con esos carteles de propaganda en los que aparece 4%, 5%, 8% y que, a la hora de la verdad, esa rentabilidad se queda en la mitad.
La última broma es la famosa circular del Banco de España, para que los bancos no den más de 1,75% de interés a un año, y que han acogido con sumisión, por unanimidad. ¡Qué desfachatez! El mismo Banco de España que miró para otro sitio, mientras algunos ejecutivos bancarios blindaban sus sueldos, de forma escandalosa, a la vez que llevaban a la quiebra a sus empresas; el mismo Banco de España que permitió préstamos inmobiliarios fuera de toda lógica, con las consecuencias por todos conocidas; el mismo Banco de España que ahora se carga la ley de defensa de la competencia y hace que el jubilado, que había conseguido, con los ahorros de toda una vida, añadir doscientos o trescientos euros a su exigua pensión, los vea reducidos a la mitad. En estos últimos tiempos parece como si hubiera una confabulación, entre unos y otros, para dejar a la ciudadanía en la miseria. Y, quienes deberían velar por ella, parece que están de acuerdo en el expolio. ¡Qué tiempos!
“ALONSO CHÁVARRI”