No hace mucho, decía en estas páginas que el Fondo Monetario Internacional era un organismo que quizá fuera muy importante, pero que casi nadie sabía para qué servía. Pues bien, después de las últimas declaraciones de esta institución, que aconseja bajar el 10 % el salario de los españoles –por cierto la presidenta del FMI cobra más de cinco millones de pesetas mensuales-, ya sabemos para qué sirve: para tocar las narices al personal e indignarlo un poco más. No hace falta ser un lince dela Economíani haber estudiado en Oxford o Massachuset, para darse cuenta de que, si el consumo está bajo mínimos, bajar un 10 % el salario de los españoles sólo serviría para acelerar la espiral de menos consumo, menos dinero circulante, más cierres de empresas, más paro…. Sin embargo, estos señores del FMI, que no sé qué intereses defenderán, no han escarmentado con el ejemplo griego, que siguiendo consignas de recortes salvajes se han hundido mucho más en el pozo de la miseria nacional.
Por qué ese interés en hacer buenos los versos de Quevedo “Miré los muros de la patria mía / si un tiempo fuertes, ya desmoronados (…)” ¿No harían mucho mejor buscando remedios verdaderos para salir de esta grave crisis, que han creado especuladores y financieros con sus malas prácticas, en vez de empujar a los países hacia la pobreza? Quizá deberían comenzar revisando la teoría del crecimiento, como panacea a todos los males económicos, pues es bien sabido que el crecimiento no puede ser eterno en un sistema cerrado, como es la Tierra. Tal vez habrían de buscar en un crecimiento cero, respetuoso con el medio ambiente, sin ambiciones especulativas y donde realmente funcione la ley de la competencia, la solución a los problemas económicos que nos atosigan. Parecía que esta grave crisis podría servir para cambiar las bases del sistema económico actual, que, a la larga, sabemos que es insostenible, pero los gobiernos se han apuntado al “cambiar algo para que todo siga igual”.
Nuestro Gobierno debería cuidarse mucho de seguir las estúpidas consignas del Fondo Monetario Internacional, pues no está el horno para bollos. Ya extraña que con cinco millones de parados no haya fuertes estallidos sociales, pero no conviene tensar la cuerda más de lo aconsejable, aunque los sindicatos estén de capa caída. Eso sí, siempre nos quedarán estos tres primeros versos del poema de Quevedo al conde de Olivares: “No he de callar, por más que con el dedo, / ya tocando la boca, o ya la frente, / silencio avises, o amenaces miedo (…)”
“ALONSO CHÁVARRI”