Ocurre cuando sales de la ducha y hace frío, pero también cuando entras en calor, te dan un beso apasionado, recuerdas un momento realmente especial de tu vida, escuchas una canción que te provoca mil sensaciones o incluso cuando ves algo muy desagradable. Miras a tus brazos y ahí está: la piel de gallina. ¿Por qué? ¿Qué ocurre para que nuestro cuerpo reaccione así?
El suceso en cuestión se lama ‘piloerección’: Cuando la temperatura exterior es baja el vello capilar se eriza. Ocurre en toda la superficie pilosa, salvo aquella que cubre los genitales, las manos o los pies. En la raíz del vello, bajo la piel, se esconde un pequeño músculo erector del pelo, al contraerse crea una capa de aire alrededor del cuerpo que lo protege del frío. Es un vestigio evolutivo que recuerda a la piel de las aves cuando las despluman, de ahí el nombre común de ‘piel de gallina.
La explicación parece sencilla si hablamos de frío pero… ¿Y el resto de las situaciones? En este caso, la responsable de esta reacción de nuestro cuerpo es la adrenalina, que además de ‘hacernos’ eso en la piel, acelera nuestro ritmo cardiaco, sube la presión sanguínea y hace que temblemos y sudemos. Nuestro cuerpo entra en estado de alerta y la excitación (sea por miedo, alegría, tristeza…) provoca la contracción de estos pequeños músculos, con el consiguiente enderezamiento del eje del pelo. En este caso el objetivo biológico es otro: parecer más grandes y fuertes y es una herencia de nuestros ancestros peludos.
¿Y si es por algo mucho más sentimental, como un recuerdo o una canción? En ese caso la explicación no está clara, pero lo que es evidente es que no lo podemos controlar.
Es algo que no sólo nos ocurre a los humanos. A los gatos les pasa también cuando se enfadan, aunque en su caso es bastante más espectacular y sí que consiguen parecer más grandes.