La función aún no ha comenzado, pero los trapecistas sin red ya están en la pista. Sabemos que a Francisco Martínez Aldama le mide
No hay más ciego que quien no quiere ver. La pantomima de hacer público el patrimonio de los políticos, con casos como el de Juan José Muñoz que, como dije en el anterior post declara bienes muebles por valor casi idéntico a lo que cobró su mujer en un negocio fotovoltaico, lejos de aportar credibilidad generan una desconfianza entre los ciudadanos que hace preguntarse a uno en qué mundo viven realmente nuestros representantes.
Allá cada cual con lo que es suyo, que, al menos a mí, no me interesa porque me gustaría dar por supuesto que lo ha ganado honradamente. Lo que me interesa es saber por qué personajes políticos imputados en los tribunales continúan en las listas de los principales partidos, por qué sigue vigente este sistema de listas cerradas que implica dar confianza ciega a unas siglas, aunque vayan llenas de ‘paquetes’, y por qué estos mismos políticos no salen más de vinos para escuchar a la gente en lugar de a los cuellos de sus camisas.
(*) En la imagen, la Villa Meona de los Boyer-Preysler