Está claro que uno es responsable de sus actos y no de los de su familia ni amigos ni allegados. La vicepresidenta del Gobierno, Aránzazu Vallejo, ha intentado sostener que, pese a ser copropietaria de los terrenos, no era la cultivadora (lo era su hermano Jesús Vallejo) y que, por tanto, no tenía responsabilidad en el caso del viñedo ilegal.
El problema es que no se ha acreditado que Jesús Vallejo -que plantó 18 hectáreas en el año 2000 con papel para 13 de ellas- pagase por la cesión de las fincas a su hermana, es decir, que fuera un arrendamiento real. Tampoco se ha demostrado si los rendimientos de las uvas iban para el cultivador o para la comunidad de bienes de toda la familia y, sobre todo, está el hecho de que Aránzazu Vallejo, evidentemente, conocía que su familia tenía viñedo ilegal y en ningún momento se planteó regularizar la situación, pese a que la irregularidad era tan palmaria como plantar cinco campos de fútbol de exceso.
En este sentido, después de perder en vía administrativa (en el año 2006 se ordenó el arranque) y en el Tribunal Superior de Justicia de La Rioja (en el 2007), la
El TSJR accedió a la suspensión cautelar de la sentencia y lo hizo exclusivamente porque la Consejería de Agricultura no se opuso a la petición de
Es decir, hubo trato de favor hacia esos viñedos, y si no lo hubo el Gobierno riojano no lo ha desmentido, y, por tanto, la vicepresidenta del Gobierno es directamente responsable del caso del viñedo ilegal en la medida de que ella misma, o su familia, fueron beneficiados. El caso, y esto sí que no lo entiendo, es que ningún sindicato agrario, que conocían la situación, ha querido denunciarlo, limitandose exclusivamente a rasgarse las vestiduras por los bajos precios de la uva.