Paseando contemplo la magnitud que alcanzará la, presupongo, extraordinaria estación de tren de Logroño y, también quiero presuponer que, una vez empatizados los gobiernos regional y local, de autobuses.

El soterramiento es una obra demandada desde hace más de un década por todos los partidos políticos riojanos y por las diferentes instituciones locales, así que también presupongo que se puede decir también que por los logroñeses.

Pero me asalta la duda cuando recuerdo de la antigua estación a aquel funcionario que, con su ‘Ducatas’ en la boca, despachaba una media de diez billetes al día. Recuerdo también aquellos dos o tres mendigos que, tumbados con el tetrabrick de Don Simón bajo el banco, se refugiaban del frío en el hall de la estación y recuerdo, esto mucho más recientemente, que la estación provisional levantada al otro lado de la vía sigue presentando un aspecto tan frío y casi tan fantasmagórico.

Entonces me pregunto qué galería comercial, que igualmente presupongo estaría prevista en la futura intermodal, qué negocios hosteleros y de ocio y, sobre todo, qué y cuántas personas vamos a usar la nueva estación.

La visitan arquitectos de renombre una vez que Fomento, de momento porque ya dejó claro que las fases posteriores de soterramiento están más que en el aire, asumió el principal ‘marrón’ económico que inicialmente pensaba cubrir con las operaciones inmobiliarias proyectadas en la superficie y que ahora parecen un tanto quiméricas.

Veo al mismo tiempo el aeropuerto vacío, pese a las ayudas encubiertas, y me pregunto si pasará algún tren más por la nueva estación que por la actual. Porque para ir a Madrid, por ejemplo, únicamente tengo un servicio que me deja a media mañana y si alguien quiere venir de la capital española para hacer negocios tampoco puede hacerlo en tren directo a menos que lo haga el día anterior.

Entonces me pregunto si alguien con responsabilidad ejecutiva tras las últimas elecciones ha pensado, o está pensando, que son necesarias más frecuencias y enlaces para que el tren sea una opción real en La Rioja y para que esa millonaria inversión sirva para algo más que la foto de la inauguración.

Entre tanta reorganización administrativa, nos vendría bien que alguien se acordarse de una concejalía o de una consejería de las ‘cosas pequeñas’ o del sentido común.

(*) La imagen es de mi compañero Justo Rodríguez