A nadie se le escapa que la renovación emprendida el año 2000 de Francisco Martínez Aldama ha sido un fracaso. Lo ha sido desde el punto de vista ideológico, electoral por supuesto, pero también generacional. Aldama era entonces una cara nueva, joven y supuestamente comprometida en dinamizar y abrir las ventanas de un partido que acumulaba dos derrotas electorales por mayoría absoluta. Se rodeó de un equipo también joven, encabezado por Francisco Rodríguez Peña, actual secretario de Organización, que lejos de asumir responsabilidad alguna por tres derrotas electorales consecutivas, se ha subido ahora al tren del emergente César Luena, a quien, a su vez, también promocionó en su día Aldama al situarle como cabeza de cartel al Congreso.
Son estos jóvenes quienes, con la ayuda de otros personas con más o menos recorrido histórico y con el silencio cómplice por comodidad de unos y por interés de otros, han protagonizado tres derrotas electorales consecutivas y los que han conseguido separar el partido más que nunca de los valores sociales y democráticos que, gracias al compromiso de gente más o menos anónima, construyeron el estado del bienestar español. Pero hasta para cambiar de tren en marcha hay que tener clase.
Como hizo Bruto con Julio César, quienes eran sus marineros son los que han pasado a Aldama por la quilla. Ha llegado un momento en que los cargos, y los sueldos, se entienden como propios. Así lo entendió el propio Aldama al aferrarse a la opción del Congreso como pago a los servicios prestados. Así lo ha entendido Luena, que no ha dudado en echar por la borda a quien fue su mentor. Así lo ha entendido Fran Rodríguez y otros que le siguen, y así lo ha entendido también José Ignacio Pérez, quien, pese a ‘apartarse’ para dejar cabida a Aldama por generosidad o responsabilidad, tampoco tuvo nunca la plaza en propiedad.
Entre tanto, hay otros movimientos internos en el PSOE, como el que encabezan un grupo de alcaldes que de momento han escrito un manifiesto genérico titulado ‘No nos resignamos’, con el que proponen abrir el partido a la sociedad, pero poco más se sabe de momento. También, los acompañantes en el frustrado y efímero viaje de Santiago Sufrategui ultiman a marchas forazadas una lista alternativa con caras nuevas en un proyecto al que intentan sumar desesperadamente a figuras con recorrido interno dentro del partido para evitar otro aplastamiento del aparato, que poco o nada sabe de democracia interna.
Los trenes están pasando por el andén socialista y los hay también que esperan para ver cuál les gusta más, dejando para última hora la compra del pasaje no vaya a ser que la clase ‘business’ ya esté ocupada y tengan que viajar en tercera. Sin embargo, lo que menos parece que preocupa actualmente en el PSOE es si al menos alguno de esos trenes no va a parar a vía muerta.