El concejal José Luis Prado, a quien prácticamente todos los sectores socialistas colocaban como candidato a la secretaría general de la Agrupación de Logroño, no se presentará al cargo. Prado aseguró a este cocinero que no optará a dirigir la asamblea más importante del partido y también que nunca tuvo decidido presentarse.
No seré yo quien desmienta sus propias palabras, pero, más allá de que es cierto que nunca desveló públicamente sus intenciones, su postulado como sucesor de Vicente Urquía lo daba por hecho todo el sector ‘oficial’ (y ‘extraoficial’) del partido que, de la noche a la mañana, se ha quedado sin candidato.
Entre tanto, acaba de emerger la figura de la diputada Inmaculada Ortega, eterna número dos en el PSOE riojano, que tuvo su peso en el Gobierno de José Ignacio Pérez Sáenz como asesora de Presidencia, fue secretaria de Organización durante muchos años con Ángel Martínez Sanjuán y fue también segunda en las listas al Parlamento regional con Martínez Aldama.
Urquía ha anunciado, por decisión eso sí de la Ejecutiva del partido, que la asamblea logroñesa, convocada inicialmente para el 24 de marzo por él mismo, se pospone y es que sin candidato el ‘aparato’ del partido tiene un problema y, probablemente, necesite tiempo para intentar solventar la renuncia de Prado y para que las heridas del Congreso Regional, aún a flor de piel, vayan cicatrizando.
La asamblea de Logroño está muy dividida: la candidatura de Luena obtuvo 100 votos en la elección de delegados para el Congreso Regional, pero Luis Alonso y José Ángel Lacalzada sumaron 130, con lo que está claro que no está alineada ni con el actual líder del partido ni con la gestión del secretario general de la agrupación saliente, Vicente Urquía.
Ortega lleva toda la semana dialogando con diferentes sectores para tratar de recoger el testigo, entre otros, de Izquierda Socialista (‘descabezada’ tras decidir Luis Alonso formar parte de la Ejecutiva de Luena) y de los que en su momento apoyaron a Lacalzada. La diputada pretende jugar además la baza de las mujeres que, una tras otra durante los doce años de Aldama (primero Victoria de Pablo, luego María Antonia San Felipe y más adelante la propia Ortega), han ido asumiendo los ‘marrones’ del partido para a la hora de la verdad no pasar nunca del segundo plano o para poco más que poner la cara para cumplir con las cacareadas ‘listas cremallera’.
La batalla, en su episodio dos, ha comenzado y pintan bastos para el nuevo secretario general ‘exiliado’ -cuyas primeras decisiones han confirmado que de renovación real más bien poca como bien apuntó mi compañero Teri Sáenz y también predecimos en nuestra quiniela– si no es capaz de controlar la asamblea de Logroño.