Tengo amigos ‘acojonados’ por su situación laboral que van a trabajar por normalidad y tengo amigos que, aunque tranquilos porque no temen represalias, tampoco van a secundar la convocatoria porque no quieren que les identifiquen con los sindicatos.
Entiendo, y respeto por supuesto, a ambos. Me jode más el primer caso porque la huelga es un derecho constitucional y la realidad es que la crisis y la situación de acojono permanente en que vivimos pasa por encima de los mismísimos derechos fundamentales, como es el de huelga.
En cuanto al segundo caso, el bagaje sindical, especialmente en la última década y media, es lamentable. Dependientes de las subvenciones públicas, han manejado su supuesta influencia y poder al servicio de su interés individual y han engordado sus estructuras hasta el punto de varias delegaciones regionales, y lo veremos en el caso de CCOO-Rioja en un corto espacio de tiempo, tendrán que recurrir a los expedientes de regulación de empleo para adelgazar de sus excesos.
La pregunta, la clave para este cocinero, me la hacía recientemente un compañero de trabajo. ¿Y si no hubiera sindicatos? ¿Y, si nos cargásemos el derecho a la huelga de la Constitución? ¿Habría realmente una respuesta ciudadana acorde a tamaña agresión?
La verdad es no sé lo que sucedería, pero lo que sí sé es que la reforma laboral puede mandar a generaciones enteras, y sus familias, a la calle sin respeto a muchos años de compromiso laboral y provocar una barata, muy barata, sustitución de mano de obra joven a la que no se ha sabido ofrecer una incorporación ordenada y progresiva al mercado laboral.
Apenas unos días después de la aprobación de la reforma laboral, conversaba con un consejero riojano sobre las facilidades para el despido y éste me respondió tajante. “¿Tú vales en tu empresa? Si vales no vas a tener problema; ahora si no vales…” Si valgo o no lo decidirán mis jefes, como siempre, pero, con preguntas como ésa, desde luego, prefiero que haya sindicatos a que no los haya.
La ensalada a la riojana cierra mañana por huelga -los periodistas de prensa escrita hacemos el paro un día antes-, aun a costa de que los sindicatos puedan sacar pecho (y así lo espero) de una concentración mayoritaria contra una reforma que puede empobrecer, sino dejar tiradas, a varias generaciones de trabajadores.