Permítanme una licencia. El urbanismo me apasiona y creo que es un buen debate para este blog si a alguien la interesa. No en su parte técnica, sino en la medida que hace ciudades, barrios, personas y hace, sobre todo, futuro. La licencia venía a cuenta de que la primera columna de opinión que escribí en el periódico LA RIOJA en junio del año 2006 (ya no opino) fue sobre el urbanismo logroñes y creo que los mismos problemas de hace cinco años son exactamente los de ahora.
Mientras, por el gobierno municipal han pasado el PP, el PSOE y el PR, es decir, más de lo mismo. Reconozco cierto esfuerzo del PR por el Casco Antiguo, pero hasta que no se apueste de verdad por la gente (¿por qué no vincular exclusivamente las ayudas de vivienda protegida a rehabilitaciones en el Casco, y me refiero a las subvenciones a los promotores, además de a los particulares?) no hay revitalización posible.
Así veía Logroño hace cinco años y hoy lo sigo viendo igual: “Vivo en el Logroño que nuestros gobernantes modernizan para gloria y caja de constructores (pocos) y promotores (los más), que se desplaza hacia el sur para que los herederos de clase media nos desarrollemos en un entorno amable. Mientras nuestro alcalde se afana en encontrar el tesoro del capitán Flint en el subsuelo -el primer mapa de John Silver el Largo situaba la fortuna del legendario pirata de Stevenson en las catacumbas de Madrid que exploró Gallardón-, los descendientes de los logroñeses vendemos o alquilamos los pisos del centro –que luego se arriendan a una docena de inmigrantes- para irnos lo más lejos posible.
Si los colegios, como Maristas, pegan el pelotazo terrenal y se van a la periferia; si los centros comerciales –con aquella gran estrategia disuasoria que acabó en si no quieres taza, señor comerciante, toma taza y media, pero con la caja municipal llena- se instalan en las afueras; si nuestras instituciones (Cámara, FER…) se marchan al esplendoroso parque digital (planificado en la otra punta que el pomposo Centro Tecnológico) para qué coño vamos a vivir en Logroño.
Entonces, uno se da un paseo por el casco antiguo y comprueba que el único comercio que abre son ‘chinos’ y bares, mientras que en el cogollo (Espolón, Gran Vía…) sólo se instalan inmobiliarias y bancos que nos prestan el dinero para irnos a vivir a Lardero.
Eso sí. La actividad cultural del casco está como nunca. Al concejal de distrito le encanta programar actividades. Bien temprano, de mañanita, ya que a los vecinos que allí viven les hemos jodido hasta la madrugada los de la periferia tomando copas. Vosotros, los logroñeses, ahí os quedáis, en el gran geriátrico abierto del centro o en los espacios ejemplares de convivencia multirracial de los aledaños, hasta que el fin de semana volvamos a animar las calles de vuestra/nuestra querida ciudad, muerta de lunes a jueves, pero, claro, peatonal todos los días para que quien viva allí y tenga coche se vaya a aparcarlo a la periferia”.