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Alberto Gil

Ensalada a la riojana

La fina piel de Cuca

He seguido desde el primer momento el caso de la Casa Cuna y no me sorprende demasiado la sentencia de absolución. Desde la vista de conformidad que acabó sin acuerdo, me di cuenta de que sería difícil una condena por malos tratos a niños de entre 18 y 36 meses únicamente con testimonios  porque, como bien argumentó uno de los abogados de la defensa, la Casa Cuna no era el ‘Orfanato’. Ahora bien, las sospechas recaían sobre métodos educativos nada adecuados especialmente para niños de tan corta edad y supuesta desidia y desprecio en personas desbordadas de trabajo, con salarios muy bajos y contratos laborales precarios.

La juez, en su sentencia, insiste en que no entra a valorar los métodos pedagógicos utilizados por la exdirectora del centro y dos empleadas, que ellas mismas en el juicio llegaron a reconocer como “mecanismos de corrección”, pero que no encuentra base suficiente en unos testimonios por existir otros contradictorios como para justificar una condena por maltrato.

Lo que sí me sorprende son las valoraciones que ayer hizo la alcaldesa de Logroño proclamando a los cuatro vientos que “nada queda probado porque nada ocurrió”. Supongo que la alcaldesa tendrá información propia de primera mano para justificar tal afirmación porque, desde luego, los indicios de que el trato a los niños en la Casa Cuna no era ni mucho menos el correcto llevaron a la Policía a enviar al juzgado un atestado con un presunto delito de violencia habitual tipificado y, posteriormente, a la Fiscalía a formalizar la acusación.

Había indicios y, aunque según la juez no ha hallado evidencias, me parece tener la piel demasiado fina pretender aparecer como víctima colateral de un supuesto linchamiento al afirmar que ha habido comportamientos “indecentes y miserables” por dar pábulo, insisto, a la Policía y a la Fiscalía, y asegurar al mismo tiempo que todo fue una supuesta trama urdida por unas extrabajadoras.

Conozco padres que han sufrido, que declararon en el juicio -desde luego no se inventaron los comportamientos ni las palabras que dijeron sus hijos cuando les preguntaron sobre la guardería- y que a mí al menos me merecen el mismo respeto que los padres que estaban convencidos de la inocencia de las acusadas. También conozco una veintena de progenitores que se dieron de baja de la Casa Cuna antes de comenzar el curso al considerar que el Ayuntamiento se había esforzado más en proteger a Eulen que a sus niños y que creo se merecen igualmente la consideración de la alcaldesa de todos los logroñeses.

Sobre la trabajadora y principal testigo de la acusación, lo que puedo decir es que rechazó en varias ocasiones una entrevista con el periódico para describir lo hechos ahora no probados, con lo que pudo hacer bastante más ruido del que hizo si ésa era su única pretensión. Fueron los padres a los que aconsejó que no llevasen a sus hijos a la Casa Cuna en la segunda etapa (de 18 a 36 meses) los que animaron a la monitora a ir al Ayuntamiento a denunciar la situación y, ante la falta de sensibilidad encontrada, a acudir a la Policía. Todo ello, sin que la monitora, por miedo o temor a las consecuencias, tuviera inicialmente intención alguna de ir por su propia cuenta, consciente  de que efectivamente la Casa Cuna no era el Orfanato, pero crítica con las políticas y prácticas educativas que veía.

La extrabajadora mantuvo su testimonio ante la Policía, la Fiscalía y, finalmente, ante la juez. Yo he pasado por un tribunal para defenderme de una falsa acusación de la familia de la exvicepresidenta del Gobierno y, personalmente y respetando por supuesto la sentencia, dudo mucho que nadie tenga la sangre fría de aguantar un testimonio falso ante todas estas instancias oficiales.

En el debate en el que nunca ha querido entrar el Ayuntamiento es si las contratas, con ofertas económicas muy ventajosas, salen finalmente caras cuando del cuidado de niños se trata. Dice ahora Cuca Gamarra que ya se vela por las condiciones laborales de las subcontratas en los pliegos de adjudicación y lo celebro, pero a lo mejor es por casos como éste por lo que se han cambiado la condiciones de los concursos.

Como conclusión, lo que pienso es que para gobernar una ciudad, aunque sea con una supermayoría absoluta y con un único grupo en la oposición destrozado en una cruenta guerra interna, hay que tener la piel más gruesa.


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