13 de octubre del 2012, sala Tótem de Villava-Atarrabia (Navarra)
La música es un enorme y feliz almacén de ilusiones. Y quienes nos adentramos en el metal a finales de los mágicos años 80 teníamos una que se había convertido en utopía: ver de nuevo sobre un escenario a Michael Kiske, la privilegiada garganta alemana de los míticos ‘Keeper of the seven keys’ de Helloween, pilares fundamentales del power metal.
El anuncio de su suma con Kai Hansen, el guitarrista fundador de los calabazas, y la edición del álbum homónimo de Unisonic nos llenaba este año de satisfacción. Y que su gira junto a los renacidos suizos Gotthard recabara en la sala Tótem de Villava nos la colmaría. Así, el 13 de octubre se convertía en cita fundamental. Tal fue la expectación ante el doble cartel que la Tótem colgó el cartel de ‘no hay entradas’ para una cita que congregó a decenas de seguidores riojanos.
Con la sala navarra llena, la Cabalgata de las Walkyrias introducía puntualmente a las 22.00 horas el salto a escena de Unisonic con el veloz tema que les bautiza, siendo recibidos con un enorme clamor y todos coreando el tema. Ver de nuevo en escena a Kiske desplegando los casi infinitos recursos de su garganta fue un torrente de emoción inenarrable. Sí, la para muchos mejor voz del metal volvía a inundar el ambiente. Y en esa enorme exhibición tenía a su lado a Kai Hansen, quien tanto hizo con sus Gamma Ray por el metal en los 90 cuando era una música que pregonaba en el desierto ante el azote alternativo. Verles juntos de nuevo fue, sencillamente, mágico.
Unisonic repasaron los temas de su primer álbum, más rockeros que metaleros, pero muy bien recibidos por el público, que los cantó, aplaudió y coreó el nombre de la banda y de sus dos líderes como señal de euforia. Tras ‘My sanctuary’, llegó el primer regalazo de la noche: la speedica ‘March of time’, que enloqueció a toda la sala. Sí, alguien volvía a cantar a Helloween como se debe –desde aquí, reclamar a los actuales calabazas que se centren en su carrera con Andy Deris de ya casi dos décadas y fantásticos discos en lugar de intentar cantar los temas de Kiske, algo imposible para cualquier otro humano-.
Tras la locura, continuó el repaso por su primer álbum. Desprendiendo muy buena energía entre ambos, Kiske y Hansen agradecieron la buena recepción de los temas y confiaron en regresar en el 2014 con nuevo disco y como cabezas de cartel de su propia gira. La festiva ‘Never change me’, que recuerda a los tiempos de los ‘Happy Helloween’, puso fin a la actuación. Pero el público quería más… y Unisonic nos brindaron un momento irrepetible.
Después de bromear entre su parecido y el del batería Kosta Zafiriou, Hansen iniciaba unos rasgueos por todos conocidos. Era la intro a ‘Future world’, uno de los temas banderas de Helloween. Y la Tótem estalló en una fiesta extática. Tras la larga versión en la que Kiske honró a Elvis Presley e hizo cantar a toda la sala, Unisonic engancharon con ‘I want out’… y la apoteosis fue ya absoluta. Por letra y por música, uno de los himnos de la historia del heavy metal volvía a atronar en la prodigiosa voz de Kiske y la guitarra de Hansen. Como el eterno agudo que lanzó Kiske al final, ese momento a muchos no se nos olvidará. ¡Mágicos!
Tras el éxtasis, llegaba el momento de Gotthard. Tras la muerte en accidente de su líder Steve Lee el 5 de octubre del 2010, los suizos viven el momento de resurgir. Y lo van a lograr gracias al hallazgo de Nic Maeder quien, sin querer ser un sustituto, ha tomado su relevo a la perfección. Su concierto fue una fiesta de hard rock puro y duro desde ‘Dream on’ hasta el bis regalado de ‘Mighty queen’, con una banda totalmente entregada en hacer feliz a su público.
Quizá a los seeguidores acérrimos de Gotthard les cueste ver al frente a Maeder, pero tras lo visto en Villava es la persona perfecta con la que seguir el camino. Defendió con carisma, ganas y energía los clásicos de los suizos y se engrandeció en los temas de su último y reivindicativo ‘Firebirth’. Sonando muy potentes y compactos pese a su cariz melódico, se ganaron con su entrega a un público expectante, un público que debía reencontrarse con estos Gotthard. Y lo lograron gracias a Maeder, pero también a la enorme ilusión puesta por el guitarrista Leo Leoni, que lideró la noche.
Gotthard suenan como si metieras en una coctelera a AC/DC, Def Leppard y Aerosmith… y así suenan a Gotthard. Combinaron los clásicos de dos décadas de carrera con los temas nuevos, alcanzando grandes momentos con ‘Gone too far’, la coreada versión de ‘Hush’ de Billy Joe Royal o ‘Lift u up’, antes de los bises. Pero el momento más emocionante fue el homenaje a Steve Lee en ‘One life, one soul’, que fue recibido con un aplauso de más de un minuto y la cantó todo el público.
Tema a tema, la banda se ganó al público, ya entregado en la recta final. Y nos ganaron a todos cuando, tras el festivo bis con ‘Master of illusion’ y ‘Anytime, anywhere’, volvieron al escenario para agradecer la entrega del público con la versión de Dylan ‘The mighty queen’, que puso el colofón perfecto a una noche de las que no se olvidan.