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Letz Zep, el intenso viaje al corazón del Zeppelin

Cuando les premiamos con una estruendosa ovación en el final del ‘Inmigrant song’ que sacudió nuestras cabezas tras dos horas de exhibición y sentimiento, a muchos de los que llenamos el Biribay en la noche de este domingo nos vino una pregunta a la cabeza: si lo de Letz Zep fue una barbaridad musical, ¿cómo fue vivir aquellos conciertos abrasadores de los 70 con los verdaderos Led Zeppelin, con su maestría y esa colección de maravillas musicales que son fundamentales en el legado de la historia de la música?

En la proliferación de bandas tributo de los últimos años –un síntoma más de la grave crisis musical-, pocas tienen sentido. Una de ellas es la británica Letz Zep, considerada la mejor banda tributo a los Zeppelin y de quienes el propio Robert Plant ha dicho que “viéndoles me veo a mí mismo en escena”.

Los riojanos tuvimos la fortuna de que una de las diecisiete fechas de su gira nacional recalara este 2 de febrero en el Biribay Jazz Club de la mano de la promotora Boogy Music. Tras varias visitas a nuestro país, cada vez con más éxito, Letz Zep anunciaron que en ésta honrarían los 45 años de los dos primeros e históricos álbumes de los Zeppelin, publicados el 12 de enero de 1969 y el 22 de octubre de ese año respectivamente alumbrando el sonido heavy desde el blues y pasando a la historia como dos de los álbumes más influyentes.

Con esa premisa, y el Biribay abarrotado de un público de todas las edades, desde jóvenes a curtidos veteranos, la descarga de Letz Zep arrancó como lo hace la discografía de los Zeppelin, con la enérgica ‘Good times, bad times’ (I). Y desde el principio, el sonido fue perfecto y contundente y la banda se mostró en imagen, gestos y, sobre todo, interpretación como una fiel revisión de los originales. De hecho, Andy Gray vestía la misma imagen que el Jimmy Page del mil veces visionado ‘The song remains the same’.

‘Heartbreaker’ (II), ‘Living loving maid (she’s just a woman)’ (II) y ‘Ramble on’ (II) enlazaban un inicio rockero en el que Billy Kulke alcanzaba los registros de Robert Plant y jugaba con desparpajo con el público, chapurreando castellano; Benjy Reid ‘el Vikingo’ se mostraba como un enloquecido batería totalmente embriagado del legado de John Bonham; y Steve Turner, como el mismo John Paul Jones, fortalecía sin excesos la retaguardia con su bajo y teclado.

Tras el poderoso inicio, el concierto entró en zona intensa y desgarradora, con unos arrebatadores ‘Babe, I’m gonna leave you’ (I), ‘Dazed and confused’ (I) con el solo con arco de violín de Gray incluido emulando al del extenso de Page, y ‘What is and what should never be’ (II) con un feliz viaje al riff embriagador de ‘Hoy many more times’ (I), temas de extensas exhibiciones instrumentales, mucho sentimiento y público absolutamente atrapado. Una absoluta salvajada musical con parte del mejor legado de la historia musical.

Turner se sentaba al teclado para rubricar ‘Thank you’ (II), en la que la intensidad mágica de la noche siguió en ascenso. La exhibición continuó con la instrumental ‘Moby dick’ (II), en la que Reid se marcó un bestial solo de batería. Como comentó un amigo, para versionar a Led Zeppelin tienes que tener a un grandísimo batería, porque Bonham fue el mejor. Y Reid estuvo a la altura con su larga melena rubia y su contundencia y velocidad.

La calentísima ‘Whole lotta love’ (II) ponía el final a la actuación, pero el público reclamó con fervor más. El bis alcanzó a las dos siguientes obras maestras de Zeppelin, gozando todos de tres himnos monumentales: la coreadísima ‘Black dog’ (IV), la emocionante ‘Stairways to heaven’ (IV) con Gray empuñando la Gibson Les Paul de doble mástil y la frenética ‘Rock n’ roll’ (IV). Con la sala rendida a Letz Zep, Kulke preguntó qué queríamos. ‘Kashmir’, ‘Achiles last stand’, ‘In my time of dying’… pedimos de todo, pero esa noche no se iban a salir de los álbumes numéricos, Turner dio un paso adelante y atacó el riff icónico de ‘Inmigrant song’, volviendo loco al público. Un final apoteósico para un concierto inolvidable, que nos hizo viajar por algo más de dos horas al corazón de la historia de la música, al corazón del Zeppelin.

Un espacio destinado a la música riojana y al rock en todas sus variantes de la mano de Ernesto Pascual y Sanda Sáinz

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