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Al mal tiempo, un gran Azkena

Al igual que nos puede regalar sin ningún complejo en el mismo espacio desde blues añejo a metal oscuro, el Azkena Rock Festival puede ofrecer ediciones de calor asfixiante o de frío acongojante en pleno junio –aunque era más habitual cuando llegaba en septiembre-. En su decimoquinta edición nos tocó lluvia, nubes y fresquito. Nos dio igual: al mal tiempo, buen ánimo y un cartel de alto nivel. No íbamos a faltar a nuestro festival favorito, a nuestro ritual, una cita que ya se ha convertido en algo más que música: es el encuentro con gente querida y un ambiente único que te da fuerzas para seguir.

Jueves 16 de junio, Osteguna Rock

La vecina Vitoria palpita rock alrededor del Azkena. Y muchos llegamos ya el jueves 16 de junio para disfrutar de una edición más del gratuito Osteguna Rock. Recordando su sudoroso concierto en Pradejón el 7 de septiembre del 2002, nos reencontramos en la plaza de la Virgen Blanca con los suecos Sewergrooves más maduros, más melódicos pero igualmente entregados a ese rock garajero con guiños Thin Lizzy que te recorre el cuerpo y llena de energía.

De ahí, adentrarnos por la amurallada Vitoria hasta el jardín de Falerina para continuar con el rock clásico y contagioso de los jóvenes barceloneses Imperial Jade. Desplegaron los frescos temas de su ‘Please welcome’, regando la carpa con un sonido clásico setentero rejuvenecido,  y destacando la voz de Arnau Ventura, convencieron a todos exhibiendo que tienen un enorme futuro al que hay que estar atentos.

La velada la cerraba el trío Daze of Dawn, liderados por el canadiense Claude’Klyde’ Robillard. Con el público muy receptivo, manejaron una enorme coctelera rock, desde sonidos setentas a metaleros, con sorprendentes versiones de Metallica o Sabbath. Con cinco discos a sus espaldas, mostraron muchas tablas en el escenario y pusieron un contundente broche al anticipo del Azkena.

 

Viernes 17 de junio del 2016, recinto de Mendizabala.

Sí, lamentablemente, las predicciones acertaron. El viernes llovió. Nos las veíamos muy felices cuando, a mediodía, cesaba y Julián Maeso y su banda comenzaban a eso de las 13.45 su actuación en la plaza de la Virgen Blanca. Con un sonido envolvente, sólo lo permitió tres canciones. Comenzó a llover y tardaría mucho en parar -la organización les reubicó por la tarde en el recinto-. Todos a casa bajo el aguacero.

Si nos habíamos planificado el Azkena conforme a los horarios en los tres escenarios y grupos más apetecibles, esta vez hubo que introducir el elemento lluvia. Y sacrificamos las primeras bandas para estrenar el Azkena con Vintage Trouble. El incombustible Ty Taylor decidió que la lluvia no iba a estropear la fiesta y ofreció toda su energía soul, blues y rock a la par que invitaba a imaginarnos bajo el sol en una playa de sus Los Ángeles. Era difícil pero se ganaron al público con trucos escénicos que, no por manidos, son eficaces. Eso sí, alargar el coro o los juegos con el público en cada canción resultó excesivo. Con el suave coro de ‘Not alright by me’ nos atrapaba y la electricidad de ‘Run like the river’, con Tyler nadando sobre el público, enloquecieron a todos. Disfrutamos el primer gran concierto del Azkena.

Ante las predicciones, la organización pobló con varias carpas los distintos escenarios. Para lo demás, chubasquero. A cubierto no nos llenó la dama del country Lucinda Williams en el primer escenario (dedicado a Lemmy Kilmister) y sorprendieron los bilbaínos Los Brazos con su energía en el tercero (a Scott Weiland). Así, el Azkena en esta decimoquinta edición ha mostrado una mayor y más entretenida infraestructura, desde su colorida entrada, a la capilla de las bodas rockeras, la zona motera, la carpa para los pinchadiscos nocturnos, más bancos y baños –harían falta de nuevo los portátiles en las zonas de césped-, decoración vintage con frases rockeras, más puestos de música, ropa, comida, cerveza… Ciertamente, el reciento estaba espectacular. Lástima que la lluvia y los atractivos musicales no permitieran disfrutar de todos ellos. Y puestos a mejorar, una rebaja en los precios de la ‘cerveza’ se agradecería.

Al escenario segundo (por Bowie) llegaba uno de los grandes atractivos, la nueva hornada del rock sureño de Blackberry Smoke. Escucharles es regresar a Black Crowes, a Lynyrd Skynyrd o a los Allman Brothers. Aunque les faltó sonido en los primeros veinte minutos, se repusieron y crearon esa atmósfera envolvente y feliz que provoca el rock de raíz bien hecho. Además, ¡dejó de llover! ‘Six ways to Sunday’, ‘Testify’, ‘Rock n’ roll again’, ‘One horse town’, ‘Ain’t much left of me’ o un guiño a Marley fueron algunos de los temas que brillaron en, para quien suscribe, el mejor concierto de esta edición. Los de Atlanta nos dejaron con ganas de verles con el repertorio completo en una sala.

Media vuelta y al primer escenario hacia el ‘regalo’ de esta edición. Ante la baja de Primal Scream por lesión de su cantante, la organización dio un golpe en la mesa al conseguir que Hellacopters se unieran al Azkena 2016. Los suecos únicamente iban a dar un concierto en su Sweden Rock. Tenerlos en el Azkena para celebrar el veinte aniversario de su primer disco con la formación original fue un regalo inesperado. Por ello, irritó tanto que tardaran media hora en sonar como deben, con potencia enrabietada. Pero cuando empezó a sonar como debía (al parecer, en las primeras filas nunca fue así), Hellacopters fueron Hellacopters. Con una presencia macarra, una puesta en escena enérgica y cómplice y ese sonido de guitarras dobladas de Nike Anderson y Dregen sobre el piano de Boba Fett tan característico nos regalaron un conciertazo para la memoria. Se les veía disfrutar como a nosotros. Y ofrecieron el momento hilarante al dar las gracias a Primal Scream por hacerles un sitio en el Azkena y recordaron a Kike Turmix, quien les lanzó en España.

Con 12.242 espectadores en esa primera jornada, recorrieron ‘Supershitty to the max’ desde ‘Born broke’ en orden aleatorio y recuperaron caras ‘b’ como ‘Ghoul school’ o la celebrada ‘1995’. ‘Didn’t stop us’, ‘Random riot’, ’24h hell’ y la despedida con toda la campa bailando de ‘(Gotta get some action) Now!’ nos hicieron felices.

Con ese gran sabor de boca, volvimos al escenario Bowie para la única actuación en Europa de Danzig, icono ex Misfits y referencia del metal siniestro. Y fue un desastre absoluto. Dado que conciertos anteriores habían tardado en sonar bien, esperamos pacientemente a que el desastre sonoro se corrigiera. Tommy Victor (de Prong) sonaba a guitarra regalada en una tómbola y ampli encontrado en cualquier esquina, la batería parecía un montón de latas tiradas al suelo y el bajo saturaba de graves amartillados. Y Glenn Danzig… Aunque su actitud violenta y furiosa gustó al principio, después resultó excesiva y hasta paródica, más al mostrar que no tenía nada de voz, no entonaba y sus gritos desmesurados hacían daño en los oídos. ‘Am I demon’ parecía mejorar las cosas, pero no… Aunque muchos abandonaron tras destrozar el ‘N.I.B.’ de Sabbath, otros nos quedamos para escuchar ‘Twist of Cain’ y ‘Mother’ en ‘voz’ de su creador. Una de las mayores decepciones de la historia del Azkena. Miedo me da la reunión de Misfits…

Con ese disgusto y los pies húmedos y agotados, abandonamos la propuesta ‘Gutterdammerung’, la película proyectada sobre pantalla y representada por Henry Rollins. Nos dijeron que fue muy interesante.

 

Sábado 18 de junio.

Aunque nuestro plan era degustar el clasicismo de Luke Winslow-King en la plaza de la Virgen Blanca, una buena recomendación nos guió a mediodía al jardín de Farelina, al Txuleta Rock, donde descargaron Arenna. Los vitorianos nos regalaron un embriagador viaje de dessert rock, stoner y psicodelia metalizada que llenó la carpa y se llevó una ovación enorme.

En la tarde, llegamos al recinto de Mendizabala para ver que no conectamos con RavenEye y coger buen lugar para los islandeses Vintage Caravan, una de las bandas más atractivas de los últimos años. Y aunque competían con Radio Birdman, ofrecieron uno de los mejores conciertos del festival y llenaron el escenario Weiland con un sonido espectacular. Desde ‘Last day of light’, pasearon por temas emblemáticos de sus tres discos con una puesta en escena arrolladora, llena de proteínas y una maestría musical sorprendente para su juventud. A la voz y guitarra, Óskar Logi Ágústsson viajaba desde Sabbath y Zeppelin a Maiden batiéndolo con la base stoner y blues rock de un Alexander Örn Númason que llenaba todo con su bajo. ‘Babylon’ o ‘Expand your minds’ fueron varios de los mejores momentos de este Azkena. Sus humildes sonrisas al final de la actuación y la ovación larga incluso cuando recogían los cables mostraban que ellos habían conquistado una importante plaza y que nosotros habíamos confirmado una banda de presente y mucho futuro en un Azkena con extra de leyendas.

La jornada del sábado encontró a 18.064 espectadores en Mendizabala. El aumento de público se ratificó en el escenario Lemmy para disfrutar con Imelda May. Para los muchos que esperábamos su concierto, lo primero que nos sorprendió fue el cambio de imagen radical que la irlandesa ha adoptado. Y qué bien le ha sentado liberarse pues, manteniendo su esencia rockabilly y de raíz, dio un paso más en su sonido arropada por una banda fantástica –aunque tardó en sonar como debía también medio concierto-. Con esa voz rota que eriza la piel, nos atrapó a todos con temazos como ‘Tribal’, ‘Wild woman’, la versión de Willie Dixon de ‘Spoonful’, la coreadísima ‘It’s good to be alive’ o el final explosivo con ‘Mayhem’ y ‘Johnny got a boom boom’. Bailamos, nos emocionamos, brindamos… fue un concierto precioso.

Había que reponer fuerzas y, con mucho dolor, sacrificamos la oscuridad de Fields of the Nephilim. Aunque no son un grupo que siga, queríamos ver a una leyenda viva, a The Who. Albricias, ellos estaban ahí casi casi cuando se inventó el rock n’roll. He de reconocerlo, mi conocimiento de The Who es en blanco y negro. Por ello, me impactó encontrarme con dos señores muy mayores sobre el escenario tocando canciones pop de quinceañeros. Me costó varios temas sobreponerme al ver al Pete Townshend de 71 años… Eso sí, ellos encontraron un público entregado que disfrutó de un repertorio que caminó de clásico en clásico (hasta dieciocho). Con luna llena, ‘Can’t explain’, ‘Substitute’ y la explosiva ‘Who are you’ metían a todos de lleno en el concierto. Fue un recorrido por su historia y su evolución, de los temas primitivos y directos a los más desarrollados de los inventores de la ópera rock, como el tramo dedicado a ‘Quadrophenia’ y ‘Tommy’, donde más llenaron.

The Who son una de esas bandas grandes que hoy suenan grandes por el sonido y por el enorme montaje que les arropa, con una mastodóntica pantalla que despista, aparta la mirada del escenario, del instrumento, te lleva a una representación visual y resta poder a las canciones interpretadas en directo. Tampoco me convenció que los focos y planos sólo fueran para Daltrey y Townshend. De acuerdo, son los únicos miembros originales, desde 1964, pero es que salieron más por las pantallas Moon y Entwistle que los músicos que estaban tocando en directo, que permanecieron todo el tiempo a oscuras. Y eso que tienen a su servicio al enorme Paul Palladino al bajo, a Simon Townshend a la guitarra –hermano de Pete- y a Zak Starkey a la batería–éste salió más por ser quien es, hijo de Ringo Starr-.

Superados los peros, The Who convencieron. A los que estaban convencidos y a los que, como es mi caso, no les seguimos. Y lo hicieron con lo que tiene que ser un concierto de rock: actitud. Y Daltrey y Townshend dieron todo lo que pueden dar, armados de un repertorio ganador que termina con ‘Pinball’, ‘Babba o’Riley’ y ‘Won’t get fooled again’ y un grito desgarrador de Daltrey. Y se mostraron emocionados y agradecidos en la despedida, que llegó a ser un momento íntimo entre 18.000 personas. Dejaron a todos felices.

Ahora tocaba otro viaje en el tiempo. Al grito de ‘One, two, three, four!’, nos sumergimos en el  escenario Weiland en el 40 aniversario de Marky Ramone en el punk. Desde ‘Rockaway beach’ hasta ‘Blitzkrieg bop’ –con Dregen de invitado-, más de una hora sin concesiones de cañonazos-himnos de Ramones. ¿Alguien puede resistirse a eso? Con Ken Stringfellow (de los Posies) emulando con gran actitud a Joey y una banda eficaz, nos sumergimos en un viaje feliz a canciones que nos han marcado. Incluso la lluvia le dio un toque especial al pogo en temazos como ‘I wanna be sedated’, ‘Surfin bird’, ‘Sheena is a punk rocker’… bueno, ¡en todos! Además, hubo emoción al recordar a Joey Ramone con su versión de ‘What a wonderful world’ y a Lemmy con la versión del guiño ‘R.A.M.O.N.E.S.’ de Motorhead. Un homenaje rápido y furioso que nos hizo felices. También felices salían los que vieron en el escenario Bowie a la leyenda del hardcore Refused.

Con las fuerzas flojeando, despedimos el Azkena con Supersuckers, que desplegaron su faceta county-rcok que abrieron con ‘Must’ve been high’ en el 97, de la que sonaron varias. Eddie Spaghetti nos llevaba de la mano, pero la ‘banda más grande del mundo’ resultó muy estática para las horas que eran (pasando las 2 de la mañana y con la suave lluvia persistiendo), incluso en ‘I want drugs’ o los trallazos finales ‘Born with a tail’ o ‘Pretty fucked up’. A pesar del cansancio, una despedida digna para un grandísimo Azkena. Y a esperar el siguiente, para el que ya sabemos fechas: 23 y 24 de junio del 2017.

Un espacio destinado a la música riojana y al rock en todas sus variantes de la mano de Ernesto Pascual y Sanda Sáinz

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