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Bunbury, el aragonés mutante

3 de septiembre del 2016. Zaragoza, Palacio Príncipe Felipe. 8.000 personas

En este planeta cada vez más lleno de zombies ser un mutante desde hace años es una ventaja evolutiva. En este mundo de discurso monocorde, ser un bicho raro permite escudriñar el camino con algo más de claridad.

Enrique Bunbury nació mutante. Lo hizo sentir con los cuatro discos con personalidad propia con Héroes del Silencio. Y lo ha elevado como bandera en su carrera acompañado primero por El Huracán Ambulante y de unos años a acá con Los Santo Inocentes. Esa inquietud inacabable y capacidad y ansias constantes por reinventar son un aliciente maravilloso para su público, sabedor que en cada gira puede descubrir viejas nuevas canciones.

El genio zaragozano cumple 30 años sobre escenarios. Y lo celebra con la gira mundial ‘Mutaciones’, donde reúne nuevas variantes de temas fundamentales de su carrera. El 3 de septiembre arribaba a una fecha especial: su Zaragoza. Y 8.000 devotos (no se me ocurre mejor acepción) llenaron el Palacio Príncipe Felipe llegados de todo el país e incluso de México.

Quise acudir al concierto sin escuchar ‘El libro de las mutaciones’ y sin conocer el repertorio, dispuesto a sorprenderme con cada tema. Eso sí, me había llegado que la selección de temas era imbatible, con viaje a Héroes incluido. Sabía que el concierto podía ser único. Y esa sensación rondaba en todos los que poblaban el Palacio.

Puntual, a las 22.00 horas, se apagan las luces, suena la intro de ‘Lawrence de Arabia’ y los Santos Inocentes ocupan sus puestos. Comienzan a sonar. ¡A sonar! ¡Qué rollazo desprende la banda! Y un acorde sixtie nos hace escudriñar ‘Iberia sumergida’. Irrumpe Bunbury en escena, la gente enloquece y todos cerramos los puños para cantar con rabia el clásico de Héroes. Las voces de los 8.000 retumban en el Palacio, forman un coro único con la de Bunbury y la caldera estalla. La banda enlaza con ‘El club de los imposibles’ y la bienvenida se ha convertido en locura, entrega, pasión. Y sudor. Los que estamos en pista nos miramos, enganchados, nos preparamos para una noche apoteósica.

Bunbury saluda, confiesa que es un gusto estar en casa y da la bienvenida a una noche de celebración por sus tres décadas de carrera. Todos preparados. Lo siguiente es una rareza, ‘Dos clavos a mis alas’, que compuso para Raphael. Da igual, el público la corea con la misma pasión. Este público es especial… propio de una noche única.

Comienzan las transmutaciones y ‘Sirena varada’ desgañita gargantas con calmado sonido 60’s antes de una fiel y rotunda ‘Porque las cosas cambian’, ya un clásico. Como regalos sorpresas, llegan las reinvenciones llenas de matices de los clásicos de Héroes ‘El camino del exceso’ y ‘Avalancha’. Convierten el pabellón en un karaoke sudoroso, a una voz. Y con síntomas de felicidad: amigos que se abrazan, desconocidos que estrechan sus manos para cantar un verso emocional, sonrisas permanentes… La banda también sonríe, siempre contenida, manejando el torbellino de sonidos y sensaciones. Y despliega un sonido nítido, que distingue cada instrumento y se mete en los cuerpos para vibrar.

Continúa Bunbury por un viaje a su carrera, que ha recorrido por todos los continentes y culturas, absorbiendo de todas y haciéndolas suyas. Y presumiendo de ellas. La colorida ‘Que tengas suertecita’, el recuerdo al disco con Nacho Vegas en ‘Puta desagradecida’, el himno ‘El extranjero’ que hace botar a todo el pabellón –con el ritual del grito en casa cuando dicta “aunque la quiero de verdad”- y la emocional ‘Infinito’. Y suena una nueva reinvención de ‘El hombre delgado que no flaqueará jamás’. Desde la gira del ‘Hellville de Luxe’, la he oído en todos los géneros, desde la rockera original a la country que sonó en la de ‘Las consecuencias’. Los guiños con los nuevos arreglos son surf y 60’s. El público se desgañita con ella.

Y sobre escena, Bunbury es maestro. Se mueve llevándose todas las miradas, lanza sus icónicos gestos de ring, saluda… Y canta. Y mucho. Y deja protagonismo a la banda en cada tema. Y mucho. Todo es bello en el sonido de Bunbury y los Santos Inocentes. Y arropado por un lenguaje de luces que da más cuerpo a cada canción.

Invita a viajar a uno de sus primeros temas y suena una estupenda versión de ‘Mar adentro’, con riffs acústicos muy bien marcados y Jorge Rebenaque luciéndose al piano. Y llega uno de los momentos más arrebatadores de la noche. Amanece ‘Maldito duende’, Bunbury se encarama a la barrera y canta sumergido con el público una versión estremecedora, con todos los brazos hacia el maestro, con todas las voces rompiéndose con un himno absoluto. Bunbury presenta a la banda y viaja con ‘Lady blue’, otro himno absoluto de su carrera que atrapa a todos como el huracán.

Se despide por primera vez. Nos embarga la sensación de que, al fin, Bunbury ha acabado con ese debate innecesario entre quienes prefieren a Héroes o entre quienes les prefieren en solitario. Con esta gira, todo queda hermanado, unido. Y demuestra que ha parido una carrera orgánica, capaz de abrirse en canal y volver a nacer.

Regresa entre la ovación del palacio, vestido de rojo como el dragón asiático que adorna el escenario. La emoción alcanza ‘Más alto que nosotros sólo el cielo’ y retumba la trepidante y reivindicativa ‘Despierta’, con todo el público en un coro ensordecedor. Tintinea el piano en el inicio de ‘Si’ y el palacio se convierte en una pista de baile rock n’ roll. Con la energía arriba, la rebaja con ‘La chispa adecuada’, que a mi gusto queda huérfana de la fuerza original.

Nueva retirada a camerinos y nueva llamada del público. Suenan dos delicias de ‘Las consecuencias’, ‘Los habitantes’ y el intenso crescendo de ‘De todo el mundo’, con todos compartiendo unos versos magistrales. El concierto salta las dos horas y la banda se despide con dulzura, con el vals delicado ‘Y al final’. Bunbury se despide y deja el protagonismo final a la banda, que se lleva la gran ovación de un público feliz por haber vivido una noche única. “Muchas gracias. Un inmenso placer cantar para ustedes, cantar con ustedes”, sonreía entre una ovación que no acaba.

Unas horas después, Bunbury se confesaría en sus redes sociales: “”Posiblemente en 30 años de conciertos en Zaragoza, éste ha sido el mejor público que he tenido. Los que estuvimos ahí anoche y nos involucramos lo sabemos, lo vivimos y lo recordaremos. 3 de septiembre de 2016. Mítico!!”. Fuimos afortunados por ser parte.

Foto de público: José Girl. Redes sociales de Bunbury

Un espacio destinado a la música riojana y al rock en todas sus variantes de la mano de Ernesto Pascual y Sanda Sáinz

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