Los Suaves, La Fuga y Tako en la sala Tótem de Villava (Navarra) – 9 de marzo del 2012
“Un día en la vida vale más que un año de buenos recuerdos”… “Quien no ha visto un camino al alba no sabe lo que es la esperanza perdida”…
Había cruzado ya la adolescencia y mis padres seguían sin entender que tras la puerta de mi habitación siguieran sonando guitarras altas con esa voz rasgada que cantaba a las noches, a la tristeza del tiempo, a la energía del rock para no dejar escapar la vida… Pasado el ecuador de la universidad, en 1997, le di a leer a mi padre el libreto de ‘San Francisco Express’. Lo leyó con detenimiento, levantó su mirada y me dijo “ese hombre es un verdadero poeta” cuando acabó de sentir letras como ‘Ourense-Bosnia’ o ‘Lisa (1970-1996)’. Se refería a Yosi Domínguez, alma de Los Suaves, nacido como él en 1948, año del Cerdo y que, 31 años después de carretera y escenarios, sigue lanzándose cada noche al público en un abrazo de felicidad compartida.
Los riojanos pudimos disfrutar el 4 de noviembre de la gira ‘Rock a 3 bandas’ en Logroño, en la que los ourensanos unen sus fuerzas a los reinventados cántabros La Fuga y a los ejeanos Tako. Tras unas semanas de descanso y renovación en el local, la gira volvía a la carretera en la sala Tótem de Villava (Navarra) y decenas de fieles riojanos nos movilizamos para disfrutarla.
Los encargados de abrir son Tako, banda que –incomprensiblemente- después de cinco lustros de brillante carrera no encuentran en otros lugares la recepción que tienen en su Aragón y en la ribera. Era noche de viernes y el público iba llegando con frialdad, pero Tako se encargaron de poner el calor sobre el escenario con los temas de ‘El taller de los caprichos’ y clásicos fundamentales como ‘Carpintero de condenas’, ‘A las puertas del deseo’ o ‘El viejo resina’, plasmando como es habitual en ellos una gran actuación, llena de energía, de la locura de Nacho y la lírica de Mariano.
Tomaron el relevo La Fuga, que cada noche se enfrentan al reto de convencer al público escéptico de que pueden seguir adelante sin Rulo. Si en Logroño contaron con un público joven que les aupó, en la Tótem lo tuvieron más complicado y, aunque su cantante Pedro jugara en casa, les costó convencer a toda la parroquia. Tuvieron a su público coreando principalmente sus clásicos o aplaudiendo la colaboración de Alfredo Piedrafita de Barricada en ‘Arde el viernes’ pero muchos siguen encontrando que, pese a sus ganas, les falta alma, algo con lo que terminar de conectar.
Cuando las luces se apagan y suena ‘Les preludes’ de Franz Listz, el ritual suave arranca. Pero esta vez lo hizo con un inicio enérgicamente inesperado. Los seguidores de Los Suaves, esos que necesitamos su música como el comer, procuramos asistir a cuantos conciertos sea posible… y los ourensanos nos tenían reservada una noche cargada de sorpresas. Estallar con el explícito clasicazo ‘No puedo dejar el rock’ fue la primera y la que vaticinó una noche inolvidable.
El reposo en el local ha llevado a Los Suaves a recuperar temas que hacía mucho que no sonaban y tuvimos la sensación, por el impacto de las sorpresas y por la feroz fuerza con la que los acometieron, de que estábamos viendo una banda que empieza… lejos de cumplir los 31 años… Porque tras ‘Cuando los sueños se van’ convertida ya en un clásico regresó ‘Buenos Aires rock n’roll’ para después poner a saltar a toda la sala con ‘Palabras para Julia’. El gran himno quedó deslucido porque un energúmeno estrelló un vaso contra Yosi que tuvo como consecuencia que la pedalera del guitarrista Fernando Calvo se estropeara y tardara varias canciones en volver.
Tras ese momento desgraciado, que pese al enfado de Charly y del público –que sacó al oligofrénico de la sala-, la banda no se resintió sino todo lo contrario, encarando el concierto con más rabia y un Yosi cargado de ganas… Y llegó el momento de ‘Lisa’, de sus versos, de sus melodías de guitarra a lo Thin Lizzy, de su fuerza. Porque el nuevo repertorio presentado por la banda es muy duro, acudiendo a viejos temas que dan toda la esencia suave, como ‘Dulce castigo’ con ese verso mágico “Frío como el infierno vacío, así fue mi vida contigo” y la rockanrollera ‘Esa noche te perdí’. Mientras Fernando recuperaba su equipo, Alberto Cereijo tomó las riendas de la banda, exhibiéndose como el mejor guitarrista del país sobre la base del bajo de Charly y su eterna sonrisa y la soltura de un Tino sin claqueta que arremetió con fuerza, precisión y sentimiento su batería.
Sobre un sampler de carretera –algo novedoso en Los Suaves- y Yosi pidiéndonos cuidado al volver en el coche, regresó ‘Viajando al fin de la noche’, uno de los temas más aclamados. Como un bloque, hilando tema tras tema sin pausa como aprendieron con los Ramones en aquella noche bautismal de noviembre 1981 en La Coruña, también volvió en el tiempo ‘Dile siempre que no estoy’ antes del canto a la muerte de ‘Ese día piensa en mí’ y la agitada ‘Dolores se llamaba Lola’, con Yosi lanzándose a un público que se dejaba alma, garganta y corazón en cada estrofa, sonriendo todos pese al relato de tristezas y desgracias. Un nuevo sampler con la llegada de un tren daba la bienvenida a la poderosa ‘San Francisco Express’ para regalar otra sorpresa, la recuperación de la eléctrica canción de desamor ‘No me mires’ antes de acabar con el canto a su tierra de límites ‘El afilador’ con toda la sala bailando.
El público quiso más y la banda también. “¿Dónde está Kutxi?”, Yosi buscaba al cantante de Marea, que se estaba dejando la garganta como un fiel seguidor más. El poeta navarro subió al escenario entre una gran ovación para compartir ‘Mi casa’, tema que los de Berriozar versionaron en una gira anterior. Ese himno que describe el rock como nuestro hogar fue una auténtica fiesta entre grupo, Kutxi y público en un momento histórico, pues pocas veces Los Suaves suben a invitados a su escenario.
La despedida era para ‘Ya nos vamos’, en la que la banda confiesa a su público que “formáis parte de mis sueños”, pero Yosi quiso seguir y reclamó “una que hemos hecho en el local”. Y volvió a sonar en directo ‘La noche se muere’, algo que no hacía desde 1996, provocando la locura entre el público. Y locura en escenario con ese feroz riff, Tino machacando el doble bombo, Charly a toda velocidad en sus cuerdas y Cereijo y Fernando lanzándose solos incendiarios haciendo viajes imposibles sobre sus mástiles en un final apoteósico que dejó boquiabierto al público, que agradeció las más de dos horas de fuego con una larga ovación.
El ritual sobre el escenario acabó con aclamación y continuó fuera, con la banda compartiendo con sus seguidores brindis en una noche que se extendió bajo la luna llena en el Black Rose de Burlada… ¡Siempre Suaves!