Imagino que durante dos semanas se hablará mucho de sentimientos. Mucho revuelo periodístico que poco o nada tiene que ver con la pelota. Después del triunfo blanco en la Supercopa, quedaba por ver cómo reaccionaba el Barcelona. No porque el título sea realmente decisivo en el balance de una campaña, pero sí por el efecto moral que pudo tener en las dos escuadras que optan al trofeo liguero.
El Barcelona sufrió un repaso sin precedentes en la primera parte del Bernabéu y estaba en entredicho su capacidad defensiva. Tito apostó de nuevo por Adriano, el hombre que se ha llevado las principales críticas en lo que va de campaña y le funcionó. Marcó el gol del triunfo y además, pese a la baja de Puyol, ayudó al equipo a mantener la meta a cero. Por primera vez esta campaña. No fue un partido brillante, pero el Barcelona hace pleno antes del parón por los duelos internacionales.
El Real Madrid, que se impuso el miércoles en un arranque de furia que desorientó aún más a los centrales a los azulgranas, cumplió el guión esperado y se impuso al Granada. Fue una obra sin mucho brillo, pese a la presencia del multiusos Modric, con dos chispazos de un Cristiano que no celebró los goles pese que suponían llegar a una cifra espectacular en sus menos de tres campañas como madridista.
Su actitud fue rara, muchos pensaron que fue por los tímidos silbidos generados por un taconazo que ninguno de sus compañeros entendió. Otros pensaron que fue por perder el trofeo al mejor jugador de la UEFA ante Andrés Iniesta. Nada más lejos de la realidad, porque el portugués estaba tan deprimido que incluso se ha visto con el presidente para explicarle sus sentimientos. Lo cierto es que pese a sus espectaculares números, algo casi imposible de imaginar hace unos años, no termina de volver loca a su afición.
Sus gestos, a veces egoístas, no transmiten una explosión de alegría a los que le rodean. Sus declaraciones diciendo que no es feliz suceden casi justo un año después de aquellas en las que decía que le silbaban por ser guapo, rico y bueno. A su juicio, se le tenía envidia. Es llamativo que solo sus paisanos portugueses y los aficionados madridistas parecen quererle al nivel que él espera y considera justo.
Su carácter le ha hecho enfrentarse con todo el mundo, incluído con un Andrés Iniesta al que no se le recuerda otro pique. Le acusó de ser un piscinero. El manchego le mandó callar en el primer Clásico del portugués en España. Normalmente Andrés está alejado de polémicas, se centra en asistir a sus compañeros y les hace brillar. Le gusta pasar desapercibido, es tan humilde que a veces no parece hacerse notar. Es feliz regalando goles y aún recuerdo lo que dijo su padre una vez en 2006. “Es mejor que no chutara él y se la diera a Etoo, que lleva peor no marcar”. Iniesta transmite alegría a los que le miran, llevaran la roja puesta un 11 de julio de 2010 cuando marcó en el Soccer City, o pertenezcan a cualquier otro territorio del mundo.