Su figura es más importante de lo que muchos pueden llegar a creer. Ante Holanda marró en los cambios y sus decisiones terminaron de tumbar a la selección. Toda la expedición estaba hundida el viernes al regreso de San Salvador de Bahía. Se trataba de superar «la desazón» por la goleada encajada. Cinco goles, ridículo mundial y la sensación de que el Mundial se había terminado el primer día. A primera hora de la mañana no había ni una sola sonrisa en el barrio de Umbará, a unos 20 kilómetros del centro de Curitiba. Peor poco a poco la cosa fue cambiando. Quizá porque salió el sol por primera vez desde que La Roja está aquí, ya que Sergio Ramos y Jordi Alba no convencieron tanto como lo hizo Vicente del Bosque, que compareció en una rueda de prensa espontánea como ya hiciera cuatro años antes en el Sport Village en Potchefstroom. «En una señal de normalidad, si tenéis alguna curiosidad. Estamos saliendo de una desazón de una derrota tan dura. No es una derrota definitiva, es parcial», habló con una sonrisa en la cara.
Vicente, con las gafas colgadas de la camiseta y una carpeta bajo el brazo, sabe que la manera más rápida de hacer creer al resto, a los suyos lo hace en privado, es mandar un mensaje de tranquilidad y confianza. «Anoche me reía pero estaba cabreado por dentro. Esto es un deporte, como cualquier deportista que se supera ante la adversidad. No me gustaría que mi cara fuera distinta, que pareciera más enfadado. Quiero ser igual en la victoria y en la derrota y espero que ellos también lo sean. Nos tenemos que recomponer».
Tras hacer un repaso sobre lo sucedido en el partido, que reconoció haber visto de nuevo de madrugada antes de dormirse viendo a su rival, como hicieron muchos en la delegación española, asumió errores propios derivados de la ansiedad, sacó la cara por los suyos, entendió las críticas, puso una sonrisa y se fue a comer con sus chicos. «Ha dado una rueda de prensa para animar a la gente, a los que están aquí a diario, a la prensa, a los de la delegación y a los aficionados».
Antes de entrenar habló con su capitán, delante de las cámaras y sin taparse la boca. Seguro que pensó que de poco le iba a valer, porque el día de la pillada a Piqué se tapó pero alguien no cerró el micro y luego se encargó de difundir las imágenes. Podrá ganar, perder o empatar, pero nadie dirá que no está implicado con los suyos. Cada vez son más, porque se preocupa por todos. Y les anima.