Dicen algunos experimentados montañeros que el Cabezo del Santo es el monte más bello de La Rioja y no seré yo quien les contradiga. Tampoco lo negarán los compañeros con los que he tenido la fortuna de ascender a su cumbre. La apreciación no parece descabellada. Se entiende si uno ha tenido la ocasión de contemplar el elegante perfil de esta mole que arranca desde Brieva de Cameros para elevarse por encima de los 1.800 metros de altura salvando un desnivel de casi mil metros en una escasa distancia. Ningún sitio mejor para enamorarse de esta maravilla que las alturas del Puerto de Peña Hincada. La satisfacción que proporciona la subida a su cima surcando barrancos, roquedos y laderas ayuda igualmente a comprender porque otorgan al Cabezo la distinción de gran belleza montañera de nuestra región.
Quizás la ruta más gratificante para trepar hasta la corona rocosa de esta montaña sea la que sigue el curso del río Brieva partiendo poco antes de su piscifactoría. Enseguida nos toparemos con un enorme manantial del que brota un gran caudal junto a una caseta. El agua parece salir de la nada y se precipita valle abajo hacia el Najerilla. Desde aquí el recorrido sigue entre enormes farallones calizos para tomar una antigua senda ascendente que seguiremos durante un buen rato acompañados por el sonido del arroyo. El sendero se desdibuja en pequeños tramos oculto entre retamales y se embarra en otros por los manantíos que salen del monte, pero no hay riesgo de extraviarse. Continuaremos encajonados en el fondo del barranco y nos veremos obligados a saltar de una orilla a otra sin dificultad hasta que el paisaje empieza a endurecerse entre paredes rocosas.
Consumida más de la mitad de nuestra ascensión, salen a nuestro paso pronunciadas pendientes calizas, con algún pico afilado donde se posan bandadas enteras de buitres. Un estrecho pasillo por este punto del barranco en el que confluyen las laderas del Cabezo del Santo y las de la vecina la Muela nos sitúa de repente en un praderío de semejanzas alpinas. La pendiente desaparece y caminamos ahora por el fondo de un valle que se prolonga hacia el sur y en el que confluyen otros procedentes del este y el oeste. A ratos uno piensa que este enclave tuvo que ser modelado por algún glaciar, aunque la altura a la que nos encontramos, menos de 1.500 metros, no abona esa hipótesis. De lo que no cabe ninguna duda es de que este lugar tuvo que brindar unos pastos excelentes y frescos a los miles de ovejas merinas que se concentraban durante los veranos en el término de Brieva antes de que desapareciera la ancestral costumbre de la trashumancia.
Tras un breve paseo por el pastizal nuestro objetivo nos lleva pronto a desviarnos a nuestra izquierda por la ladera de otro barra nco que nos obliga también a hacer algo de pierna entre las rocas antes de asomarnos a la vertierte sur del Cabezo. Seguimos divisando un paisaje abierto y alpino y enseguida vemos el pequeño refugio que no tardamos en alcanzar para comprobar que su interior ha sido presa del descuido. Es hora de tomar aliento para encarar los últimos repechos de acusada pendiente que nos llevarán hasta la cima sorteando pequeñas paredes rocosas. Ya arriba, la montaña te obsequia con espectaculares vistas en cualquier dirección que claves la mirada. Hacia el noroeste sobresale el San Lorenzo entre las cumbres de la Demanda; al norte, el San Cristobal y la Agenzana; más hacia el este, la vista se extiende hasta el Castillo de Viguera, La Rasa o el Horquín y girando hacia el sur distinguimos Cebollera, el Castillo de Vinuesa y el afilado pico de Urbión. Todos los pilares sobre los que se sustenta el cielo de La Rioja aparecen de un plumazo en un mismo cuadro que te deja absorto durante unos minutos. Una recompensa espiritual antes de que comience la material del almuerzo. No hay que dejar de echar un vistazo a los buzones colocados por la sociedad Sherpa en la cumbre porque sus cuadernos están llenos de anotaciones montañeras, algunas muy graciosas.
Un cuarto, quizás media hora después, se puede emprender el regreso optando bien por la misma ruta de subida o bien por el barranco de las Morcarizas. En nuestro caso escogemos esta última alternativa, que ofrece el aliciente de explorar territorios distintos a los de la ascensión. Para ello descendemos algo por la pendiente sur, evitando siempre la dificultad de las rocas, antes de dirigirnos hacia el este por la ladera de otro barranco que confluye en el curso principal de las Morcarizas. Enfilados ya hacia el norte entre acusadas cuestas saldrán a nuestro encuentro grupos de vacas y algún caballo que nos mirarán con indiferencia. En la bajada nos toparemos también con algún corral en ruinas y nos atraerá el enorme tajo abierto al final del barranco antes de conducir nuestras pisadas hacia una pista para todoterrenos que se precipita en zig-zag hacia Brieva. Durante el retorno siempre tendremos frente a nosotros la mole del monte San Cristóbal, surcado por las increíbles cuestas que conforman el Puerto de Peña Hincada. Para terminar bien la jornada, nada mejor que una cerveza en el bar que te da la bienvenida a la entrada del pueblo.
Dejo a continuación algunos datos y un enlace para descargarse el track de la ascensión al Cabezo del Santo desde Brieva por el río homónimo:
Brieva de Cameros es una bonita localidad serrana encajonada entre los valles de la Sierra de Castejón y del Camero Nuevo. Dispone de alojamientos rurales y bar. Merece la pena un paseo por su casco urbano y detenerse en su Plaza Mayor. Está situada a 970 metros de altitud.
Cabezo del Santo. Tiene una altitud de 1.854 metros sobre el nivel del mar.
Distancia de Brieva a la cumbre del Cabezo del Santo por el río Brieva: Unos 7,5 kilómetros.
Distancia total de la ruta: Unos 17 kilómetros, realizando el descenso por el barranco de las Morcarizas.
Dificultad de la ruta: La ascensión no entraña gran dificultad fuera del invierno. Hay un arroyo cristalino durante una buena parte de la ascensión. Al final tiene un tramo de acusada pendiente.
Enlace con el track y mapa: http://es.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=1266113
Siguen imágenes de la ascensión con David y José, dos amigos de escapadas por la sierra.
Fotos: Javier Ezquerro