Hayas aguas arriba del área recreativa del Rajao. /Foto: Javier Ezquerro

Ahora sí. El otoño ha estallado en toda su plenitud en La Rioja, desde el último rincón de la Demanda hasta los valles más remotos de la comarca del Alhama-Linares. En el paisaje ya no mandan los verdes, sino los amarillos, los ocres, los rojizos o los naranjas en cualquiera de sus tonalidades, como si de un inmenso Pantone natural se tratara. Ya hablábamos en el post anterior del impresionante aspecto que presentan los viñedos en las tierras del valle del Ebro. Ahora nos desplazamos hasta la sierra para contemplar las pinceladas que traza el otoño en los bosques caducifolios.

La naturaleza ha sido generosa con este pedazo de tierra que es La Rioja. Aunque son muchos los puntos donde acudir para gozar de bellas estampas montañeras, hay algunos que merecen un puesto de honor en el inventario riojano de escenarios otoñales. En esta gran exposición natural, que no se prolongará más allá de dos o tres semanas, hay una obra que deslumbra de manera especial. Se trata del valle del río Tobía, con el enclave de El Rajao como espacio más destacado. Es uno de los mejores, si no el mejor, hayedo de la región, con ejemplares monumentales que conforman una tupida masa que trepa por las laderas de este umbrío barranco.

El acceso resulta fácil, ya que hay una pista asfaltada que parte del municipio de Tobía y lleva hasta el mismo Rajao. Encontrará aquí un área recreativa con mesas de piedra junto al río. Si le apetece seguir puede dar un apacible paseo hasta el fondo del valle por el camino que prolonga la carretera por la que ha subido. Otra opción interesante es ascender (a poder ser caminando) por una de las pistas que sale a nuestra derecha desde el Rajao y nos conduce hasta el collado de las Saleguillas, desde donde divisará esta maravilla natural en toda su plenitud. Y como, aquí sí, una imagen vale más que mil palabras y además el tiempo apremia, dejo unas fotos para certificar que no exagero. Las imágenes fueron tomadas el pasado jueves, 29 de octubre.

Fotografías: Javier Ezquerro