Grandes haces de luz se cuelan entre las nubes sobre el alto de La Rasa, entre el Camero Nuevo y Viejo.
Los cielos encapotados y plomizos no suelen dan muchas oportunidades para fotografiar paisajes, pero hay momentos especiales como cuando unos rayos de luz se cuelan entre las nubes adquiriendo casi una consistencia física, como si fueran grandes columnas precipitándose desde las nubes. Eso fue lo que sucedió el pasado 4 de julio, durante una excursión matutina por los alrededores de El Rasillo y Ortigosa de Cameros. A través de un claro que se abrió en el cielo después de una mañana de truenos, relámpagos y lluvia, se descolgó una imponente pared de luz provocando en este espectador un sentimiento casi místico. Fue un instante en un recorrido que dejó otras estampas como un ciervo que más bien parecía un espíritu observado a través del parabrisas del coche empapado de agua por la tormenta.