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Javier Ezquerro

Ruta de escape

Finca El Ternero, viñedos y bosques a los pies de los montes Obarenes

Es territorio burgalés, pero está fuera de los límites provinciales de Burgos. Es Castilla, pero también Rioja. Es el enclave del Ternero, un territorio a escasos kilómetros de Haro que la historia ha dejado varado en plena Rioja Alta, desligado físicamente de su madre burgalesa. Una de esas rarezas en el mapa político de España que se reproduce más a menudo de lo que imaginamos en muchas provincias de nuestro suelo patrio. Los tiralineas de la Administración son muchas veces caprichosos y lo que conforma una unidad paisajística y cultural homogénea, aparece a menudo desgajada en múltiples territorios. No es propósito de este periodista bucear en la historia para dar con las razones que hicieron del Ternero una isla burgalesa de 250 hectáreas en plena campiña riojana, pero en modo alguno se puede discutir la afinidad de estos pagos vinícolas con las tierras que le rodean. En cualquier caso, no hay frontera ni barrera que impida llegar hasta el corazón del Ternero, de manera que elegí este singular paraje para ilustrar otra entrega de Ruta de Escape con labores y colores propios del otoño.

La singularidad del Ternero deviene de su insularidad administrativa, pero también de su posición geográfica al estar enclavado en una altitud límite (650 metros) para el cultivo del viñedo. Son tierras de transición entre el valle del Ebro y los montes Obarenes, en donde los cultivos mediterráneos no han ganado todavía por completo la batalla al monte y al arbolado. Y es esa mezcla de agricultura y naturaleza lo que dota al Ternero de un encanto especial. Tal es así, que en pleno paseo por esta hacienda uno se puede encontrar sin ninguna dificultad con jabalíes y corzos paciendo tranquilamente entre viñedos, pinares y barbechos de cereal, como fue mi caso durante la visita que giré a la zona la semana pasada. Fue después de conocer a Carlos y Ana, el matrimonio que ha hecho de esta hacienda su casa y se afana desde el año 2003 en producir vinos de alta calidad.

Cuando llegué a la propiedad ambos estaban sumidos en tareas propias de la posvendimia: prensados, remontes y retirada de hollejos de las uvas vendimiadas unos días antes. Todos ellos son trabajos que se desarrollan en el edificio más emblemático del recinto, un antiguo núcleo monacal recuperado de las ruinas para convertirlo en bodega, con oficinas, salas para visitas, zona de elaboración y almacenamiento. Hay otro inmueble de proporciones generosas más al norte, también construido en piedra, que acoge una vivienda en su lado este. El resto de la construcción aguarda planes para ser reconvertido en un alojamiento hotelero de calidad, conscientes como son sus dueños del gran potencial enoturístico que reúne la zona. El complejo de edificaciones en uso lo completa una pequeña ermita que evoca el pasado religioso del enclave  y una nave de barricas situada a los pies del cerro más prominente de la finca. A ellos habría que añadir otro par de casas, abandonadas en su día, pero que siguen en pie, esperando quizás que maduren los planes de Carlos y Ana.

De momento, en los ocho años que han pasado desde que se asentaron en la finca, los propietarios han desarrollado un proyecto vinícola que pivota sobre unos viñedos frescos y oxigenados con edades que oscilan entre los 16 y los 50 años. La variedad reina es el tempranillo, pero también se cultiva el mazuelo, la garnacha y la viura, variedad esta última de la que han salido los primeros vinos blancos de El Ternero. Pero son los tintos los que aglutinan los mayores esfuerzos del matrimonio, volcado en un negocio familiar que busca exprimir al máximo las cualidades que imprime este elevado terruño a la uva. De las entrañas cálcareas y de margas y areniscas de El Ternero salen caldos como los crianzas y semicrianzas Miranda; el Picea 650, catalogado como vino de autor, y el reserva Sel de su Merced, extraído de una cuidada selección de las mejores barricas de Picea. El tempranillo es la base de todos ellos, aderezados también con un toque de mazuelo. Pese a la todavía corta trayectoria de la bodega, sus marcas ostentan ya distinciones en certámenes del panorama internacional y están acreditados con buenas puntuaciones en publicaciones especializadas como la reputada Peñín. La producción de aceite complementa el quehacer de los propietarios, porque en El Ternero se cultivan también olivos, que encuentran aquí su límite de expansión en La Rioja.

En fin, en este pequeño microuniverso que es la finca lo mismo se pueden encontrar los cultivos más emblemáticos de la agricultura mediterránea que algunos de los árboles más representantivos de nuestos bosques, como el pino, la encina o el roble, aunque también el exótico pinsapo, todos ellos amparados por la barrera pétrena de los Obarenes, que cierran las vistas por el norte. Los monjes que establecieron en estos pagos el primer asentamiento humano permanente en el lejano siglo XI ya intuían que éste no era sitio malo.

 

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Mapa de situación de Viñedos del Ternero

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