En la quebrada y profunda geografía que rodea a Brieva de Cameros, hay un enclave singular, algo escondido, pero no muy alejado de la localidad, que bien merece una visita. Se trata del rincón conocido como Peña Escalera, una profunda hendidura abierta en la roca caliza por uno de los arroyos que se precipitan por las faldas de la montaña Cabezo del Santo. El lugar fue destino de una reciente excursión familiar, en la que gozamos acompañados de unos amigos de Madrid. Fue a primeros de abril, durante la Semana Santa, cuando giramos visita a las peñas, desfilando por el sendero (a ratos camino) que surca el fondo de la garganta hasta encaramarse en unos praderíos aprovechados en su día para levantar unos corrales de ganado que hoy son pura ruina.
Son varios los atributos que reúne este paraje para hacerlo merecedor de una excursión. Por encima de todo destaca el escenario mineral por el que discurre el recorrido, entre paredes calizas que caen vertiginosamente hasta el fondo del barranco, surcado por el arroyo Berrinche. Ya en el interior del desfiladero, con algo de perspectiva hacia el valle de Brieva, el paseante se fijará en el pináculo rocoso que hay a la derecha, que parece sentir vértigo y amenaza con desprenderse sobre la ladera. Flanqueado por los muros de piedra, el sendero se hace camino en el ascenso siguiendo los trazos de lo que parece ser una antigua calzada por la que transitaban las ovejas merinas no hace tanto tiempo. El ascenso, zigzagueante pero cómodo, deposita al caminante en el aludido praderío, un espacio algo más abierto desde el que se divisa el remolino de roca cayendo hacia el abismo y, al fondo, el valle y las montañas que circundan Brieva de Cameros. La vaguada, que recibe los rayos del sol buena parte del día, fue aprovechada en su día por los pastores de Brieva para situar un par de tenadas o corrales, hoy ya abandonados, pero testigos todavía de la tradición pastorial que atesoran estas tierras. Con suerte, puede que aviste algún ciervo o algún corzo de los muchos que merodean por el entorno. Desde el cielo le observarán buitres y chovas emitiendo sus característicos graznidos.
Desde los prados, el más aventurado puede optar por seguir la senda del GR-190 y encaramarse hasta el puerto de Peña Hincada, pero para una excursión familiar, con hijos todavía menudos, es suficiente con llegar hasta los corrales y degustar un buen almuerzo si el día se tercia. La ruta, con regreso por el mismo camino, se puede hacer en un par de horas a paso tranquilo y con descanso incluido. Ida y vuelta a Brieva son unos seis kilómetros. El pueblo también merece un paseo por sus calles, jalonadas de casonas y buenos edificios de piedra como manda la tradición arquitectónica de los Cameros.
Y ahora, las fotos, mías, de mi hija y de César, un madrileño deboto de la montaña riojana. Saludos a todos los que disfrutamos de tan espléndida mañana.
MAPA DE LA RUTA
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