Esta puede ser una causa perdida, pero vamos a intentarlo de nuevo. El CI o COCIENTE intelectual (¡no coeficiente por favor!) es, originalmente, una ratio entre la edad mental y la cronológica. Actualmente el CI es una escala estandarizada de puntuaciones transformadas linealmente de las originales del test y que tienen una media de 100 y una desviación típica de 15. Es decir que es posible transformar cualquier variable de puntuaciones directas (las que se obtienen de la corrección del test) en puntuaciones de CI, obteniendo un resultado estandarizado: CI=100+15Z.
Los tests, ordinariamente, se construyen en torno a concepciones determinadas de la inteligencia (actualmente la mayoría siguen el modelo Cattell-Horn-Carroll, CHC). Puede verse una descripción sencilla en castellano en este artículo (p. 71 y ss). Y, desde luego, en el libro de Pfeiffer, en relación a este particular, el capítulo 5.
Primero, hay que tener en cuenta que el CI es una puntuación de síntesis que se obtiene, depende de los tests, generalmente como un promedio. Esto significa que si entre la puntuaciones que producen el promedio hay mucha dispersión (varianza) se produce aquello que se dice en broma (pero en serio): “si uno se come dos pollos y el otro ninguno, al final resulta que cada uno se ha comido un pollo”. Dicho en otros términos, una puntuación promedio oculta las diferencias (a menos que se tengan en cuenta, claro), el perfil de las capacidades que han dado lugar al promedio. Esto no es una cuestión menor. Hay también una razón de porqué las puntuaciones de los test se distribuyen normalmente (con arreglo a la curva normal), y ello tiene que ver con la dificultad de los ítems. Variando esta se podrían obtener otras distribuciones, pero esto no es del caso ahora.
Segundo, la valoración de la inteligencia no es estable ni en el tiempo, ni por los tests, modos de aplicación, situación personal del evaluado, condiciones ambientales, etc. Esto está demostrado hasta la saciedad en la literatura especializada. El CI cambia a lo largo del tiempo.
Tercero, un mismo CI puede ser el resultado de perfiles cognitivos y de capacidades absolutamente diversas, por lo que no es útil para la planificación educativa.
Cuarto, no es posible determinar que a partir de un determinado valor de CI (en este caso 130, pero podría ser cualquier otro) es posible establecer “quién es” y “quién no es”. No existe posibilidad ni argumento científico para tal afirmación. Del mismo modo que no es posible establecer un punto de corte rígido con la altura o el peso, o la presión arterial para decir quién es alto, bajo, gordo o flaco, hipertenso o no. Estamos hablando de continuos. No de puntos de ebullición o sublimación que sí son constantes (en condiciones normales de presión y temperatura) para cada sustancia, produciéndose un cambio de estado al alcanzar la temperatura apropiada. Por tanto, no hay un “cambio de estado” al alcanzar o superar una determinada puntuación de CI. Por lo mismo, giftednesses un constructo social, no una realidad física, rasgo, atributo o “estado del ser”.
Quinto, ¿entonces el CI no significa nada?: en absoluto, significa mucho, y un CI alto, o bajo, nos pone en la pista de buscar el perfil de la persona, los puntos fuertes y débiles…y nos dice que una persona comparada con otras que les sean comparables, está por encima o por debajo de, digamos, tal percentil. Esto apunta a otra cuestión tampoco menor: la medida es también en este caso relativa a la referencia: “los otros”. Además es indirecta y probabilística. Demasiadas objeciones para decir que en 130 de CI pasa algo, emerge algo o aparece algo que por debajo de ese valor no estaba.
En suma, el CI no es una huella dactilar de la persona. Por ello, ha de tomarse con prudencia, valorar su obtención, reevaluarlo periodicamente, considerar siempre el error de medida y la fiabilidad de la prueba, no olvidar el enfoque out of level, esencial en los más capaces. Y, desde luego, no perder de vista que las decisiones las toman las personas, no los tests.
Nadie es profeta en su tierra, me consta, por lo que añado unos párrafos del libro de Pfeiffer citado más arriba. Pongo énfasis ahora, que no está en el original, en lo que juzgo más importante.
“Muchas personas todavía creen en una puntuación mágica de CI, en algo así como un número único y singular que sería el indicador exclusivo y definitivo de la capacidad mental de una persona. Incluso en el campo de la educación sigue vigente el mito -perpetuado en ocasiones por los medios de comunicación- según el cual cada persona nace con un cierto CI, una puntuación fija e inmutable, que formaría parte de ella desde el momento de su nacimiento y que estaría predeterminada por factores biológicos y genéticos (Pfeiffer, 2012, 2013b). Alan Kaufman, una autoridad internacionalmente reconocida en el ámbito de la evaluación del CI, nos recuerda sin embargo que esta aseveración está muy lejos de ser verdad. “Se trata de una estupidez, de una interpretación errónea muy frecuente. No existe tal cosa como el CI de una persona. Este es un constructo que varía. Cambia el test de CI, y verás cómo cambia el CI. Cambia de examinador, el día de la prueba, el estado de humor de la persona evaluada o el nivel de alerta del examinador, y verás cómo cambia el CI. Evalúa a una misma persona doce veces y obtendrás doce CIs diferentes (Kaufman, 2009, p. 3).
Si bien todavía son muchos aquellos que se refieren a estos tests de CI como pruebas de aptitud cognitiva o de procesamiento mental, dichos tests ya no proporcionan “cocientes intelectuales”. El cociente fue sustituido por puntuaciones estándar o compuestas una vez quedó demostrado con claridad que el CI original -una ratio obtenida a partir de la división de la edad mental entre la edad cronológica y multiplicada por 100-, no funcionaba demasiado bien desde un punto de vista evolutivo ya que el crecimiento en un año en capacidad mental no era algo perfectamente lineal a lo largo de los rangos de edad medidos por los tests (Kaufman, 2009). David Wechsler revisó el cociente y lo reemplazó por puntuaciones estándar en 1939, si bien continúo llamando CI a la puntuación total obtenida. La escala Stanford-Binet comenzó a utilizar puntuaciones estándar en 1962 pero, al igual que las escalas de Wechsler, también continuó usando el término CI hasta su cuarta edición.
Dicho esto, ¿qué cabe decir de la relación existente entre la evaluación del alumnado con altas capacidades y la aplicación de tests de CI? Este capítulo examinará con detalle esta cuestión, sin duda importante y decisiva, así como otros aspectos relacionados con la evaluación de las aptitudes o capacidades cognitivas de estos alumnos. Asimismo, analizaremos de forma sucinta algunos tests de rendimiento académico y su relación con la evaluación del alumnado más capaz”.
Más adelante señala:
“Mi propia posición acerca del “mejor” enfoque a la hora de interpretar los tests de CI en el ámbito de la evaluación de las altas capacidades es como sigue: ¡depende del propósito con que realicemos la evaluación de las altas capacidades! Si el objeto de la evaluación de las altas capacidades es identificar aquellos estudiantes de un determinado centro educativo, o distrito, que son intelectualmente dotados (recuérdese la primera lente del modelo tripartito) y que son los candidatos más idóneos para un programa local dirigido a alumnos con altas capacidades, en tal caso el hecho de poner el foco en la puntuación global de CI de cada candidato o en las puntuaciones compuestas de uno o más tests de inteligencia nos proporciona una enorme cantidad de información a la hora de seleccionar a los mejores candidatos. Este enfoque tanto de la identificación como del diagnóstico es particularmente equitativo e imparcial.
No obstante, si el propósito de la evaluación de las altas capacidades es obtener una comprensión detallada e integral del perfil de aptitudes cognitivas de un alumno con altas capacidades, tanto de sus fortalezas como de sus posibles debilidades (de cara a una planificación educativa o una orientación académico profesional), en tal caso la interpretación del test, en mi opinión, resulta más beneficiosa si se examinan los factores incluidos en el modelo CHC, en concreto, las aptitudes del estrato III medidas por uno o varios subtests, o incluso mediante un análisis ideográfico cualitativo, como analizaremos más adelante”.
Pues dicho queda.