Hay mucho para pensar acerca de lo que está ocurriendo estos días en Madrid. También acerca de su cobertura, sobre todo en esos medios que hacen de su bandera ideológica (cuando no puramente partidista) el velo por el que mirar la realidad.
Pero ahora mismo no me apetece mucho reflexionar. Lo que me apetece es, básicamente, quejarme: ayer, un periodista que estaba cubriendo los sucesos en los alrededores de Sol fue detenido e incomunicado, tras haber sido golpeado por la Policía.
Se llama Gorka Ramos, y en el momento de ser detenido estaba haciendo periodismo. Periodismo online (para lainformacion.com) pero periodismo sin apellidos: tuiteaba sin parar para la cuenta @al_segundo, un buen ejemplo de utilización de las redes sociales para el periodismo. Los polis debieron de pensar que un chaval con barbas y un móvil no podía ser un periodista.
El relato de Ramos sobre su detención parece sacado de un libro de la transición: un ciudadano (ciudadano periodista) que intenta hacer uso de sus derechos y que, a cambio, recibe golpes y acaba una noche incomunicado en comisaría.
Lo dicho: ahora hay mucho en lo que pensar acerca del 15M, de la actuación del Estado y de cómo los medios estamos tratando el asunto. Pero antes que eso, está la obligación de la profesión indignarse (ahora sí) por la actuación policial contra un informador en ejercicio.