Las facultades de periodismo tienen un problema. Es un problema grave porque, además, es un problema que nunca podrán reconocer.
El problema es que son inútiles.
O, mejor dicho: son prescindibles. Nos guste a los periodistas (titulados) más o menos reconocerlo, la pura realidad es que éste trabajo se puede hacer perfectamente sin pasar por los cuatro o cinco años de facultad.
Muchas cosas que allí se aprenden son útiles, sí. Algunas cosillas prácticas hay, y más ahora que en mis tiempos (menos era imposible, en realidad), y el carrusel de asignaturas aspira a dejar una suerte de cultura general. Claro que uno puede adquirir esa pátina cultural sin pasar por una facultad, no digamos ya una de Ciencias de la Comunicación.
Quizá porque este trabajo es más un oficio que una profesión. Un oficio a la antigua, por mucha nueva tecnología que le pongamos. Un oficio que se aprende haciéndolo.
Admitamos las múltiples excepciones, pero seamos sinceros: un estudiante que saliera de la facu con el único bagaje de las asignaturas cursadas sería inútil en una redacción. Un estudiante que salga con cuatro (o cinco) veranos de prácticas variadas es otra cosa. Aunque haya estudiado, pongamos por caso, Dietética y Alimentación.
Así que mi pregunta es básica. Queridas Facultades de Periodismo de España: ¿Por qué las prácticas en empresas de verdad no son obligatorias para aprobar la carrera? Las cosas que ustedes les enseñan a los chicos están bien. Les será útiles, algunas. Pero lo principal no lo van a aprender ahí.
Puedo ser mal pensado. Quizá el problema sea que, salvas las excepciones de rigor, los profesionales con experiencia en redacciones brillan por su ausencia en las facultades. Pero si me admiten un consejo, cambien el tercio. Obliguen a sus chavales a pisar una redacción al menos tres meses cada curso.
Dejen, incluso, libre parte de su horario lectivo para hacerlo. Vigílenles, y vigilen a las empresas para que les cuiden. Tutélenles. Revisen sus trabajos, en coordinación con las redacciones. Tengan contacto con esas empresas, miren qué pueden hacer por ellas en la formación de sus trabajadores.
Quítense ustedes la pluma de ser una Facultad, y acérquense más a ser una escuela de formación profesional. Una escuela de oficios.
Así, de verdad, serían (más) útiles.