El pasado 31 de agosto. Apareció en las portadas de los periódicos de todo el mundo esta noticia:
Horrible, cierto. La publicación de la noticia en portada de larioja.com trajo unas cuantas quejas, y un pequeño debate en los comentarios de la misma noticia. Ganaban por goleada las críticas a nuestra decisión de publicar la imagen:
No es la primera vez, ni será la última, en la que una imagen publicada levanta protestas. Los casos se repiten una y otra vez: en EEU acaba de repetirse una polémica similar con la publicación de las fotos del cadaver del embajador americano asesinado en Libia.
La cercanía alimenta el debate. Si el cadaver es propio, la sensibilidad es mayor: en larioja.com hemos recibido más de una reclamación de familiares de víctimas de accidentes de tráfico que nos pedían (casi siempre de un modo exquisito, cierto es) que retiráramos imágenes de los accidentes.
Lo habitual, sinceramente, es atender esas demandas. Lo que también es habitual, aunque menos conocido es haberlas atendido “preventivamente”: son muchas las imágenes que se quedan fuera, y el filtro es, diría yo, cada vez más estrecho. La pregunta, sin embargo, es pertinente: ¿Cuál es el límite entre el respeto a la sensibilidad y el derecho a contar cómo son las cosas? Las fotografías son en ocasiones, insustituibles. El relato de que los talibán enseñan las cabezas de los soldados capturados no hubiera ido a ninguna parte. Es algo que Occidente da ya por descantado: por allí, en el Oriente, esa gente se mata.
Pero la imagen nos saca de nuestra cotidianeidad, y nos enseña las cosas como son: horribles. Horribles son, también, los accidentes de tráfico, y más si las víctimas son cercanas.
Hay que tener cuidado, sin embargo, con ese camino: utilizar el razonamiento de “la vida es así” nos puede llevar al abuso sensacionalista. Abusar de la apelación a la sensibilidad puede conducir muy cerca de la censura, no siempre por motivos puros y limpios.