Telecinco ha emprendido una campaña contra el activismo en internet. Así, a lo bestia: enfundada en una capa de paranoia absolutamente increíble, la cadena que menos ha hecho por la calidad de la televisión en España ha decidido que el miedo es la mejor forma de evitar las críticas. El resultado: una campaña ciudadana sin precedentes en la historia de la televisión española.
La historia es bien conocida. Un bloguero, Pablo Herreros, inició una campaña de protesta por los contenidos de aquel cubo de basura que se llamaba La Noria. Aquella petición en change.org cosechó 32.000 firmas, y tuvo éxito. Los anunciantes dejaron de apoyar ese deleznable programa, y Telecinco acabó por retirarlo.
Una cadena no emite contenidos como los de Telecinco por generación espontánea. Para ello, hacen falta unos ejecutivos igual de deleznables. Y aunque la presión les obligó a girar ligeramente matando La Noria, estos días han demostrado su catadura: en una demanda judicial contra Herreros, Telecinco reclama 3,7 millones de euros al bloguero por aquella campaña. Y 3 años de cárcel.
Las razones legales de la denuncia son delirantes, pero su objetivo va, obviamente, más allá: lo que quiere esa fábrica de basura televisada es asegurarse su impunidad para siempre. Meter miedo en el cuerpo de los futuros pablos herreros, comprarse un seguro contra el activismo en internet.
Por ahora, el efecto ha sido curioso: una nueva petición en change.org para que los anunciantes se retiren de Telecinco ya suma 140.000 firmas, casi cinco veces más que la original de Herreros.
La demanda de Telecinco es un ejemplo de torpeza supina, pero también deja muy a las claras qué tipo de personas la gobiernan. Personas que, por su catadura moral, jamás deberían tener una televisión a su cargo.
Que cada uno haga lo que quiera. Yo no compraré ningún producto que vea anunciado en Telecinco hasta que la querella sea retirada. Podrán hacer lo que quieran: pero no con mi dinero.