La prensa (en papel) va regular. Tirando a muy regular, aunque peor en unos barrios que en otros. Además de un montón de consecuencias económicas y sociales, el declive del sector periodístico como industria tiene consecuencias curiosas en el papel del periodista. Básicamente, el aire de los tiempos es que los despreocupados plumillas de antaño se ven obligados cada vez más a hacer más y más cosas… por el mismo (o menor) sueldo.
Lo que está pasando en un periódico californiano, el Orange County Register, sirve como imagen exagerada. Aparentemente, el diario ha tenido problemas de distribución en los últimos tiempos: cambió de distribuidora, y la consecuencia fue un montón de suscriptores cabreados porque su periódico no llegaba.
Lo chusco de la historia es la propuesta de la empresa: ya que los periódicos no llegaban… ¿por qué no los reparten los propios periodistas el fin de semana? Una propuesta voluntaria (menos mal), que básicamente era en estos términos: repartir unos 600 ejemplares, empezando a las 4 de la mañana, por 150 dólares (unos 120 euros). En el coche de cada uno y, a ser posible, llevando compañía para facilitar el trabajo.
Resumiendo: levántate a las tres de la mañana, trabaja unas seis horas, pon tú el coche y la gasolina… y cobra 60 euros por persona. En fin, quizá estas cosas nos hagan valorar un poco más lo duro que es el trabajo del repartidor… o lo chunga que se está poniendo esta profesión.