Medio Estados Unidos está aprendiendo a piratear. Los consejos sobre cómo ocultar la propia identidad vuelan por los foros. Hasta los comentaristas más serios de la cosa pública andan intercambiando palabras como ‘VPN’ y ‘proxy’ como si hablaran de Obama. Y eso en un país en el que la piratería está mucho peor vista que en España, un país en el que el FBI detiene (y los jueces condenan) a amas de casa por tener música descargada en el ordenador.
El culpable de semejante cambio cultural tiene nombre. Y sigla: es la NBC, uno de los gigantes televisivos, detentador de los derechos en exclusiva de los Juegos de Londres.
El origen de la fiebre corsaria está en una decisión extraordinaria: los Juegos caen, en EEUU, en horario nocturno, así que la NBC decidió no emitir ni un solo evento en directo, guardándolos para las horas del prime time. La cadena también ofrece ‘streaming’ en directo de las pruebas en Internet, pero sólo acccesible a los suscriptores de algunos operadores de televisión por cable. O sea, cerrado para la amplísima mayoría de los estadounidenses.
De ahí la polvareda, los VPN y los proxys: servicios que permiten a un internauta esconder su identidad y su procedencia y acceder, por ejemplo, a las retransmisiones en vivo de la BBC como si el ordenador estuviera en el mismo Liverpool.
La NBC además ha demostrado un criterio, digamos, extraño en sus decisiones. La ceremonia de apertura se emitió, como queda dicho, en riguroso diferido. Pero es que además se ofreció censurada: se omitió el homenaje que la organización de los Juegos hizo a las víctimas de los atentados del metro de Londres. La razón: que el tema «no interesaba a los americanos».
El asunto ha levantado, por otra parte, un debate más filosófico en torno a la posibilidad de los grandes medios de hurtar la información (porque los deportes son, al fin y al cabo, información) por puros intereses publicitarios. La NBC ha tomado decisiones como si no existiera Internet, o intentando olvidar que existe. El resultado ha sido paradójico: por un lado, un enorme malestar. Por otro, índices de audiencia sensiblemente mejores que en las últimas olimpiadas. Y, por tanto, mejores resultados publicitarios para rentabilizar unos derechos que, al fin y al cabo, cuestan una barbaridad: la NBC pagó 4.400 millones de dólares por cuatro juegos.
La decisión puede ser tomada como una «rebelión anti-audiencia» de la NBC. Quizá no sea la última. Si los resultados (económicos) son buenos, ninguna algarada tuitera evitará que más y mas eventos se hurten a la audiencia gratuita. Por muy «años 90» que suene el asunto.
(Artículo publicado en Diario LA RIOJA)