El caso Pablo Herreros – Telecinco se ha cerrado. Parece que definitivamente: el bloguero parece harto de estar en primera línea de fuego (y nadie puede reprochárselo) y la cadena retira su denuncia a cambio de una declaración de obvias vaguedades.
El caso, sin embargo, merece ser estudiado en las escuelas de negocios. Cómo una empresa que desafíe a su público está perdida. Como las redes sociales tienen un poder de organización y de indignación espontánea muy fuerte. Y cómo esa presión social ha aprendido a dirigirse a donde duele: o sea, a la pasta. Los anunciantes, en este caso.
No es internet quien gana, porque internet no existe. Es la gente quien ha ganado. Es Telecinco quien pierde, y quien debería aprender que hasta para el peor basurero hay un límite de mal olor. Y que tratar el asunto con prepotencia no hace más que empeorarlo.
Aprendámoslo de una vez: todo ha cambiado.