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Alberto Gil

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Vega Sicilia riojana: la primera imagen (I)

Circulan por la Red algunas imágenes del supuesto proyecto de Vega Sicilia en Rioja, aunque se correspondían a una idea de un estudio de arquitectos que se presentó al concurso, pero no ganó (Fiark Arquitectos). El consorcio Vega Sicilia & Benjamin de Rothschild ha elegido la propuesta del arquitecto madrileño Enrique Johansson, no excesivamente conocido, para un proyecto integrado en el paisaje (las faldas de La Herrera, en Samaniego) y lejos de las magnitudes de las propuestas de Frank Gehry para el hotel de Marqués de Riscal o de Calatrava para Ysios y, por supuesto, de la voluminosidad (y escasa integración) de Torres en Labastida.

Publicamos el domingo pasado la primera imagen de la nueva bodega de Vega Sicilia en Diario La Rioja, y ahora, creo que por primera vez puede verse en Internet en ‘Los Mil Vinos’. El desembarco de Benjamin de Rothschild y Vega Sicilia en Rioja –el regreso más bien tras el impulso que a comienzos del siglo pasado dio Cosme Palacio a la bodega–, es la mejor noticia para la denominación de origen de las últimas décadas.

Recreación por ordenador del proyecto de Enrique Johansson para Bodegas Benjamin de Rothschild & Vega Sicilia, en Samaniego, al pie de La Herrera

Pero ¿cómo es el mito de Vega Sicilia? Los orígenes de Vega Sicilia (Valbuena de Duero, Valladolid) datan del siglo IX, cuando en la finca se establecieron unas familias y construyeron una ermita dedicada a Santa Cecilia, cuya evolución fonética daría nombre a la actual finca situada a la vega del Duero. En 1848, el marqués de Valbuena vende la finca al empresario vasco Toribio Lecanda y su hijo, Eloy Lecanda, funda la bodega en 1864. El mito de Vega Sicilia tiene mucho que ver con la filoxera. Cosme Palacio (Bodegas Palacio, Laguardia) buscó en Vega Sicilia viñedos sustitutivos con el enólogo vasco Domingo Garramiola, quien aplicó las técnicas que Rioja había traido de Burdeos para sacar, en 1915, el mítico Vega Sicilia Único.

Vega Sicilia no confía la comunicación a nadie. Únicamente Pablo Álvarez, consejero delegado; Javier Ausás, director técnico y su mano derecha, y la directora de exportación enseñan la bodega. La familia Álvarez compró Vega Sicilia en 1982. Pablo, hijo de David Álvarez (dueño de Eulen), no oculta que tanto él como su familia desconocían entonces el mundo del vino, pero tuvieron claro que, para que nadie tuviera la tentación de cuestionar el ‘mito’ debían poner en marcha otra bodega en la que elaborar con criterios más modernos y propios. Así nació Alión (1986), en la misma Ribera del Duero, que no existía como denominación de origen hasta entrados los años 70 del siglo pasado y que hoy cobija a más de 270 bodegas nacidas a la sombra de la extraordinaria finca (1.000 hectáreas, casi 250 de ellas de viñedo) Vega Sicilia.

Pablo vive por y para el vino. En la subasta de la bodega del hotel Los Tamarises (Algorta) se presentó de incógnito y compró todos los Vega Sicilia que ofertó el conocido establecimiento vizcaíno. El pasado mes de abril, Vega Sicilia, vendió un millón de dólares en vino en su primera subasta en Asia (con Sotheby’s en Hong Kong), en una sesión en la que más de 2.000 botellas de esta marca duplicaron las expectativas de las casas de subasta londinense.

Vega Sicilia es casi una obsesión para Pablo Álvarez. Las oficinas, un calado original de ladrillo de la bodega centenaria, mantienen la discreción, elegancia y el buen gusto de los propios vinos. Ha invertido 20 millones de euros en la nueva nave de elaboración en la que todo tiene su por qué y en la que la mejor tecnología queda al servicio, como todo, de los vinos. La nave, mucho más espaciosa aunque no aumentará para aumentar la producción, permite vinificar en 19 tinos de roble –uno para cada una de las fincas con que se elabora– el Vega Sicilia Único y cuenta además con otros 66 depósitos de acero inoxidable para el Valbuena.

La limpieza es extrema y cuenta con cinco naves refrigeradoras que estabilizan la uva a bajas temperaturas antes de pasar a las mesas de selección, una fuerte inversión que exclusivamente funciona en vendimia. Las barricas nunca se apilan a más de dos alturas, para evitar movimientos al vino, pero también posibles accidente laborales. Vega Sicilia tiene su propia tonelería y, aunque se abastece de barricas de los mejores toneleros franceses, fabrica allí sus cubas de roble americano –que combina con el francés en la crianza– lo que le permite controlar qué tostado aplica. Ésta es una decisión de Javier Ausás, el enólogo, y no lo tomará hasta catar los vinos ya elaborados e instantes antes de pasar a la crianza.

Pablo Álvarez ha decidido plantar alcornoques y robles en la finca para tratar de controlar todo el proceso. Un corcho en uno de sus vinos supone un disgusto que puede durar hasta una semana y la obsesión del bodeguero es controlar todo el proceso, incluidos los corchos, aunque es muy consciente de que serán generaciones posteriores los que tomarán esas decisiones: «El vino es un alimento y debemos ser extremadamente rigurosos en lo que ofrecemos», sostiene.

Las ventas del grupo Vega Sicilia, compuesto por las bodegas Vega Sicilia, Alion (Ribera), Pintia (Toro) y Tokaj-Oremus (Hungría), oscilan entre los 22 y los 30 millones de dólares, y de esta facturación el 70 % lo generan los vinos de Vega Sicilia.

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