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Alberto Gil

Los mil vinos

Rioja: así nos vemos (desde dentro)

No es la primera vez que Rioja llega a una encrucijada. A lo largo de su historia, bodegas y viticultores han tomado decisiones, más o menos traumáticas, en momento decisivos y todo parece indicar que en la actualidad se ha llegado a uno de ellos. Diario LA RIOJA reunió a cuatro bodegueros/viticultores de prestigio, cada uno con modelos de negocio diferentes y que en los años 90 fueron artífices de la renovación, de la vuelta al viñedo, que reclamaban los mercados.

Aunque ajenos totalmente a cuestiones políticas, los cuatro coinciden en que el modelo actual –un paraguas único con las menciones tradicionales de calidad (crianza, reserva y gran reserva) como único factor diferencial de los vinos– está agotado. El reconocimiento de singularidades, bien por una nueva clasificación geográfica (vinos de pueblo, de finca) bien por un compromiso real por la viticultura de calidad (protección del viñedo viejo y control real de rendimientos de producción), está en la mente de todos ellos para diferenciar a diferentes operadores de un sistema, que, si bien ha tenido un éxito extraordinario, ha tocado o está tocando techo.

El quid de la cuestión es cómo seguir garantizando la convivencia de vinos a cuatro euros con otros de doce o quince, distinguidos en ambos casos con la misma contraetiqueta de reserva y sin más diferenciación.  A la vista de las manifestaciones de los participantes en el debate, Rioja tiene un problema y quien no quiera verlo deberá taparse los ojos:

Agustín Santolaya (Bodegas Roda): «Rioja es hoy una denominación que está enferma»

Bodegas Roda es un proyecto nacido en los 90 del siglo pasado y recibido en su día, entonces también un momento de crisis, como un renovador de una Rioja en decadencia. Roda es diferente a la mayoría de bodegas: selecciona viñedos, terruños variados de cepas viejas por toda la región para su vinificación separada, aunque finalmente ensambla los vinos en sus Roda y Roda I. Ha recuperado viejo material genético perdido por toda la denominación en proyectos de investigación y su director general, Agustín Santolaya, asiste apesadumbrado a la deriva de los acontecimientos: «La Denominación de Origen está hoy enferma; estamos vendiendo a precios ridículos y la imagen de la región cae profundamente». Santolaya recuerda precisamente una entrevista que Diario LA RIOJA publicó en el año 2000. «Fue una charla muy dura, en la que cuestionaba los rendimientos de 10.000 o 15.000 kilos por hectárea y hoy seguimos en las mismas».

El director general de Roda tiene claro que no hay que hacer demasiadas cosas, pero que hay que hacerlas: «Cumplir el reglamento de Rioja; no se pueden ni se deben producir más de 6.500 kilos por hectárea, pero por parcela, sin compensaciones ni intercambios de cartillas». De hecho, Santolaya, apoyado en la base de su negocio de rebuscar viñedos con identidad en toda la geografía de la región, recela de la corriente que apuesta por las comarcas y los vinos de pueblo: «Hay que tener cuidado; estoy de acuerdo con que se pueda indicar a título informativo pero no podemos condenar a determinados municipios cuando a lo mejor tienen parajes, viñedos únicos que además aún están por descubrir». «Rioja es tan rica que hay extraordinarios paisajes –continúa– que serán otras generaciones quienes los explotarán; por ello hay que tener cuidado con estos temas». En este sentido, se pregunta si no pueden aspirar al club de ‘primera división’ bodegas que «pueden seguir abriendo vinos de hace cien años y que mezclaban uvas de toda la región».

Santolaya insiste en la base del problema: «Hay dos tipos de Riojas, los de marca, con calidad, y los de supermercado, y la balanza de está inclinando peligrosamente a estos últimos cuando nadie es capaz de aguantar más de diez años en los lineales». La solución, reitera, son «los rendimientos» y una «promoción con sentido»: «El crecimiento exportador de Rioja, a precios tirados, nos ha destrozado a quienes estábamos en los mercados con vinos de calidad». «Rioja ha sustituido cimientos de piedra por otros de arena y nuestra imagen se ha resentido; eso costará mucho recuperarlo, pero, con pocos cambios, podríamos ser de las mejores denominaciones del mundo».

«Rioja lo gobiernan hoy exclusivamente los litros» (Miguel Ángel de Gregorio, Finca Allende).

Miguel Ángel de Gregorio, Finca AllendeMiguel Ángel de Gregorio fue otra de las figuras renovadoras de Rioja en los 90 con su proyecto de Briones (Finca Allende). Pionero en la utilización de los vinos de paisaje y del concepto de vino de pueblo (todo su viñedo de Allende está en Briones) no cree, sin embargo, que un desarrollo legal de estos conceptos sea la solución: «Estoy a favor de que se pueda indicar en una etiqueta, en que se desarrollen porque sirven para vender vinos premium y porque se basan en el territorio, pero también creo que hay otras bodegas que hacen también calidad y marca y no siguen esa filosofía». «La libertad –continúa– es terapéutica y necesitamos es un marco para jugar todos en igualdad».

Marco que, a juicio del bodeguero, no existe en la actualidad: «En Rioja gana quien vende más litros; el Consejo Regulador está dominado por los litros, que gobiernan en exclusiva; tenemos un modelo de ‘pan para todos’ sin importar cómo se cultiva el viñedo o cómo se elabora el vino». De Gregorio alude al reciente acuerdo de rendimientos pactado en los grandes operadores: «Pero cómo se puede justificar un acuerdo a tres años sin saber cómo van a ser las campañas para tener más vino y barato».

El bodeguero es especialmente crítico con la política de promoción del Consejo Regulador: «Es difícil convivir cuando tu modelo se basa en el viñedo contra grandes operadores que toman las decisiones». «La vinculación a la tierra es fundamental, pero ha llegado un momento en que las decisiones de Rioja se toman en Londres, en París o en Ciudad Real, no aquí».
De Gregorio recuerda que «la singularidad en el mundo del vino es el territorio y, mientras en otras zonas las bodegas que han hecho marca, que venden mejor, son la punta de lanza, aquí no sólo no lo somos, sino que nos ‘sacan’ de los mercados a precios tirados con las ayudas de promoción de marca genérica». El bodeguero considera que el «mal» es casi endémico, fruto de la configuración del ‘Rioja moderno’ en el siglo XIX a medida de los negociants franceses de entonces: «Nunca ha importado la viticultura, sino que se compraba vino, no uva, y hoy en día seguimos igual». «Tenemos una visión de la viticultura industrial, en la que importa el ‘papel’ del viñedo, el ‘papel’ de los vinos, de forma que el ‘señor ratio’ regula nuestra vida».

De Gregorio es claro: «Yo tengo viñedos en Ciudad Real y puedo hacer vinos correctos con 30.000 kilos por hectárea, pero aquí es imposible». «Si se va Artadi –continúa– es una pérdida para todos y, de seguir así, todos lo que no están cómodos pueden acabar cogiendo el mismo camino; el vino es negocio, pero no sólo eso, también es corazón e ilusión y duele mucho ver lo que está pasando».

«Rioja va camino de convertirse en el ‘low cost’ del vino» (Abel Mendoza, Bodegas Abel Mendoza).

La de Abel Mendoza es una historia de trabajo y superación. Era un cosechero de San Vicente que un día decidió embotellar las uvas de sus viñedos y, mochila al hombro, patear mercados hasta encontrar una pequeña red de distribuidores que confía en la honestidad de sus vinos. Cuando hiela, no hay vinos de Abel Mendoza, cuando se venden sus vinos no hay más y quien compra sus botellas sabe que adquiere una filosofía de vida: «Personalmente estoy harto de normas, de burocracia».

Mendoza, en toda esta polémica sobre sobre escisiones, vinos de comarca, de pueblo, de finca… se queda con algo más sencillo: «Respeto y convivencia; los presupuestos de promoción del Consejo Regulador, cada vez más importantes, no guardan un sólo céntimo para modelos singulares y, sencillamente, no lo entiendo porque, a mi juicio, son los que realmente están vinculados al territorio y aportan al conjunto».

Abel Mendoza piensa en este sentido en las nuevas generaciones: «No les estamos ayudando nada; necesitamos abrir una nueva vía, basada en la calidad y en la vinculación al territorio». «Hay jóvenes –continúa– con ideas nuevas, que quieren explotar terruños, variedades…, lo que sea, pero no hay ningún soporte al que se puedan agarrar, sencillamente, porque les estamos cerrando las puertas». Este viticultor de San Vicente tiene claro que producir uvas de calidad no es barato; que a partir de determinados precios no caben los pesticidas ni los herbicidas y que los consumidores que compran esas botellas quieren saber prácticamente todo del viñedo y de la elaboración: «Sin embargo, en Rioja estamos al margen de esta corriente y corremos el riesgo de convertirnos en el ‘low cost’ del mundo del vino». Mendoza considera que el modelo de diferenciación basado en las categorías crianza, reserva y gran reserva «ha tocado techo» y que hace falta una revisión del modelo, aunque tampoco tiene claro que sea con más normativa: «No podemos encasillar a los nuevos talentos, que los hay, lo que hay que hacer es mirar al territorio, al paisaje, y controlar, sí o sí, los rendimientos de producción para premiar a quien respeta las normas en lugar de a quien no lo hace».

El viticultor se pregunta hacia donde van «las pretensiones de obtener una declaración de patrimonio de la humanidad cuando no respetamos ni el paisaje ni nuestro propia historia». «Veo viñas emparradas con alambras, jardines de cepas como si los hubiera peinado Llongueras». «Si el paisaje, la tradición, no es nuestro cómplice poco podemos hacer». Abel Mendoza insiste en la primera idea, en el respeto: «Yo no cuestiono el modelo de los ‘grandes’ pero sí reclamo un espacio para ser diferente».

«No soy secesionista pero sin cambios, Rioja es insostenible» (Juan Luis Cañas, Familia Luis Cañas)

Familia Luis CañasJuan Luis Cañas (Familia Luis Cañas) cogió el timón de la bodega familiar (Villabuena de Álava) en 1989. Heredero de una tradición cosechera y viticultora con un poso de varias generaciones, Juan Luis fue combinando la elaboración de vinos jóvenes con la crianza y así fundó en 1994 las actuales instalaciones de Luis Cañas. Comenzó entonces a trabajar en la selección del viñedo con las cepas más antiguas que luego dieron lugar a Amaren y, en el año 2009, dio el salto a Ribera del Duero con Dominio de Cair.

Juan Luis Cañas se presentó al debate convocado por Diario LA RIOJA con una propuesta que la asociación sectorial en la que se integra, Araex, acaba de registrar en el Consejo Regulador: «No soy secesionista, creo en Rioja y en el sector, pero si no hay cambios esto es insostenible», asegura. La propuesta de Araex, en líneas con otras que también ha llegado al Consejo, apuesta por desarrollar una pirámide de calidad en Rioja, que parte del vino más genérico, sube al de subzona, de ahí el de municipio o pueblo y, finalmente, al de finca: «Debe ser un sistema sencillo, que el consumidor de Japón entienda, con municipios o con control de rendimientos y apuesta por el auténtico viñedo viejo, pero necesitamos una segmentación porque hoy jugadores de ‘tercera’ están en ‘primera división’ de Rioja y los buenos, los realmente buenos, están condenados a jugar por el descenso».

El bodeguero cree en que «debe ser el propio sector quien discuta su futuro, no los políticos ni de uno ni de otro lado», y aclara que no está por la ruptura: «No soy secesionista, pero sin cambios Rioja es insostenible». Cañas recuerda, con datos, que «los precios de Rioja son menores, tanto en tinto como blanco y rosado que en el año 2002 y que sus vinos se han quedado prácticamente «fuera de los segmentos premium y superpremium». «Vendemos –continúa– en el nivel más bajo y en el medio bajo y esos vinos, además, están sacando con el nombre de Rioja a quienes hace treinta años impulsaron la exportación». En cualquier caso, el bodeguero entiende que «aquí cabemos todos, pero hacen falta normas nuevas y diferenciación».

En este sentido, considera que el desarrollo de una pirámide geográfica, con exigencias reales –por supuesto origen de las uvas, menores rendimientos, edad del viñedo…– es una opción porque «creo en el paisaje» pero está abierto a otras: «Lo importante es la imagen que damos en el exterior; ahora tenemos vinos en un supermercado americano a 9 euros con otros a 24 y los dos son reserva, es decir, amparados legalmente por igual; eso debe cambiar».

 

Rioja, la tierra de los mil vinos

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