Las bodegas históricas comparten sus ‘secretos’ para reivindicar los vinos de mezcla. Pedro Ballesteros dirige una cata magistral que, ante el debate de los vinos singulares, demuestra que el ‘todo’ también puede sumar más que las partes.
Era el momento de ‘sacar pecho’ y las bodegas históricas de Haro lo hicieron con la complicidad de Pedro Ballesteros, master of wine y segundo Maquinista del Barrio de la Estación. En una cata inédita, las siete bodegas del barrio mostraron el viernes ante un auditorio de 200 profesionales, en sesiones de mañana y tarde, los secretos de sus grandes e históricos vinos, la mezcla de variedades, terruños, maderas y, sobre todo, el conocimiento y la experiencia para elaborar algunos de los vinos más prestigiosos de España.
Ballesteros no pasó de puntillas sino que entró al trapo a la primera: «Es necesario lo que está haciendo Rioja para reconocer sus viñedos singulares, pero esos vinos de finca, de parcela, no son de por sí mejores». «Los históricos elaboradores tienen un conocimiento íntimo de los terruños, las variedades, los suelos…, que dan lugar a grandes vinos que luego mezclan para elaborar uno todavía mejor; es la base de Rioja y no podemos olvidarla». El master of wine planteó una cata atrevida. Siete ‘problemas’ -resolubles con mezclas de vinos con las que trabajan las bodegas–, 200 soluciones –tantas como catadores– y siete conclusiones: los dictámenes de los propios bodegueros.
López de Heredia. El ‘juego’ de María José López de Heredia fue de añadas. La bodega mezcla ligeramente vinos de diferentes cosechas (la legislación exige un mínimo del 80% de la cosecha referenciada) y trabaja con sus reservas con una larga crianza de seis años en barrica. Son los vinos de ‘sexto año’, algo que no es capricho sino consecuencia de una experiencia transmitida de generación en generación: «El vino necesita dos ‘inviernos’ (frío) para estabilizarse pero la fijación del color precisa una microoxigenación lenta que se hace con más estancia en barrica». «Es –añadió– la crianza perfecta del vino fino y elegante». Así será el futuro Viña Tondonia 2008, para el que, en la ‘deconstrucción’, María José descartó una muestra del 2007 e incorporó un 5% (más estructura) del 2009.
Bodegas Roda. Agustín Santolaya, director general Roda, planteó un reto de terruños: cuatro vinos de fincas distintas del 2015 del entorno (Labastida, Haro, Villalba y Briñas) y con un doble perfil, dos de frutas rojas, que irán a parar al vino Roda, y dos de frutas negras, más intensos, que serán Roda I. El ejercicio de mezcla lo hace la bodega todos los años por estas fechas, pero no con cuatro sino con 17 vinos diferentes, que vinifica y cría en su primer año por separado hasta su ensamblaje: «¿Por qué un vino de un viñedo es mejor que el de varios?», preguntó Santolaya. La respuesta de cada cual, pero lo cierto es que cada uno de los cuatro vinos de muestra podría etiquetarse en el mercado perfectamente como ‘vinazo’ y, sin embargo, se funden en busca de una mayor riqueza.
Bilbaínas. El juego que propuso Alejandro López, enólogo de la bodega, fue elaborar Viña Pomal Reserva y Viña Pomal Gran Reserva con las mezclas oportunas de cuatro muestras del 2015. Dos tempranillos para el Pomal Reserva y un tempranillo con un espectacular graciano para el futuro Gran Reserva: «La clave está en equilibrar la frescura y la acidez con la potencia y la estructura para una larga guarda, logrando vinos elegantes, suaves y equilibrados como el primer Pomal de 1904».
La Rioja Alta, SA. Julio Sáenz, enólogo de La Rioja Alta, elaboró en ‘directo’ el futuro Viña Ardanza 2008, una mezcla de procedencias más amplias de Rioja, con dos vinos de tempranillo de Cenicero, otro más ‘rotundo’ del entorno de Haro y un viaje hasta Tudelilla (La Rioja Baja) con una sensacional garnacha de la finca La Pedriza: «Para nosotros ahí está la mejor garnacha de Rioja y es clave para el Ardanza». Un 20%, que se suma a los tempranillos, fue la resolución del enólogo.
Bodegas Muga: Manu Muga propuso deconstruir varietalmente el futuro Torremuga de 2014. Un vino muy especial para él puesto que su padre, Manuel Muga, ‘sudó’ lo suyo para convencer a su tío Isacín a finales de los ochenta de que, además de la gama clásica, debían elaborar un vinazo potente al estilo Burdeos: «Torremuga fue un hito para nosotros, pero sobre todo a partir de ahí cambio la filosofía de la bodega con mucha mayor atención a la viticultura». Tempranillo, garnacha, un ‘cortante’ mazuelo y graciano, las cuatro uvas históricas, componen el Torremuga: un 70% del primero, 20% de garnacha y un 10% de mazuelo y graciano fue la solución.
CVNE. María Larrea, enóloga de CVNE, planteó una ‘ecucación de barricas’ para elaborar el Imperial Gran Reserva 2014: tempranillos criados en roble americano nuevo (muestra base), roble francés, americano usado y en tina grande de madera. Con las ‘cuatro copas’, cada catador ensambló su propio Imperial y María lo hará realmente en dos o tres meses: «Lo embotellaremos hasta finales del 2019 o 2020 y la clave es que el vino esté excelente ahora, después de tres años en botella y también durante 20, 30 ó 40 años».
Gómez Cruzado: David González puso el broche final con un blanco, Montes Obarenes, de una de las zonas más frías de Rioja, con vinos de viura y tempranillo blanco muy trabajados en bodega para ensalzar el protagonismo de la intervención humana que, aunque a veces obviada, siempre existe: un vino criado en roble francés con sus lías, otro de vendimia temprana (acidez), uno en huevo de hormigón y un tempranillo blanco muy maduro… Un caso clarísimo de que «la mezcla gana» y de que los futuros vinos singulares de Rioja convivirán con estos de ensamblaje, cuando menos, de igual a igual.