La segunda vendimia más copiosa de la historia de Rioja ha puesto ya sobre la mesa reflexiones interesantes. El viticultor, con unas buenas perspectivas de precios y de cantidad de uva, ha intentado garantizarse llegar al 118% de producción en su cartilla –el máximo permitido, aunque el rendimiento amparado no podía superar el 107%–, lo cual es absolutamente legítimo y respetable, pero la madre naturaleza decidió echar unas gotas en el momento crítico y los números se dispararon. Hay quien se ha sentido acosado por los precintados del Consejo Regulador pero convendría preguntarnos qué hubiera sucedido sin esa política de control porque el excedente oficial suma 20 millones de kilos de uva, pero el extraoficial es imposible de contabilizar.
Como es imposible también poner puertas al campo, se han escapado millones de kilos por la gatera, con lo que algunos avispados continúan haciendo el agosto en octubre, pero lo que hay que empezar a tener claro es que producir más también puede costar más. En Ribera del Duero ha habido igualmente problemas de excesos de rendimientos y, según mis noticias, cientos de parcelas han sido descalificadas sin previo aviso por el Consejo Regulador: si antes de vendimiar te inspeccionaban los viñedos y había exceso se dejaba fuera la parcela íntegramente.
En Rioja ha habido también descalificaciones pero, por mucho ruido que hacen los precintados, se ha avisado con antelación e incluso se ha permitido corregir excesos tras las inspecciones en campo. Ahora bien, por cumplimiento de la normativa europea pero también por credibilidad, la denominación se ha dado un plazo de tres vendimias (sólo ha pasado la primera) para que el control de las producciones deje de ser por cartilla (tarjeta de viticultor) y pase a ser por parcela. Es decir, si una finca tiene exceso flagrante de producción no podrá compensar a otra del mismo viticultor que se haya quedado escasa.
Así las cosas, aprovechando que se ha abierto el melón de la diferenciación de vinos, a lo mejor es conveniente no cerrarlo y, además de con una distinción de vinos por arriba, que está muy bien, conviene además acometer una por abajo. A nadie se le escapa que hay tierras, clones y conducciones preparadas para producir 15.000 kilos. Y, a nadie se le escapa tampoco, que si no llegamos a tener este tiempo en octubre muchas de esas uvas no hubieran llegado a madurar.
En este sentido, quizá ha llegado el momento de diferenciar vinos de Rioja por rendimientos y calidades y dejar al viticultor, y a las bodegas, elegir si quieren operar en un nivel superior con unas normas o, en otro más genérico, con otras prerrogativas, entre ellas diferente carga de kilos. La peor imagen de esta vendimia son los millones de kilos de uvas, alimento al fin y al cabo, que, sobre todo quienes no saben que el vino es cosa de números, han visto perplejos cómo se pudrían en el suelo.