El Alto Najerilla conserva el mayor porcentaje de viñedos anteriores a la Guerra, en algún caso por encima incluso de históricos municipios de Rioja Alavesa
El cambio climático abre la puerta a descubrir nuevas ‘Riojas’ consideradas históricamente de segunda por las dificultades madurativas
¿Está todo descubierto en Rioja? Ni mucho menos. La ‘industrialización’ vitícola que comenzó en los pasados años 70 ha pasado como un rodillo por los viejos viñedos de todo el mundo. En casa, las concentraciones parcelarias, las ayudas europeas a la reconversión de viñedos y, sobre todo, la peculiaridad riojana del pago uniforme para todo tipo de uvas han hecho que el viticultor optase por arrancar los viñedos más difíciles y de menor producción por nuevas plantaciones mecanizadas y más productivas.
La estadística refleja que quedan 1.442 hectáreas en el conjunto de Rioja con más de 80 años, el 2,27% del total de superficie, y curiosamente hay dos municipios del Alto Najerilla, Cárdenas y Badarán, entre los que más viñas anteriores a la Guerra Civil conservan, en porcentajes incluso superiores a municipios históricos de Rioja Alavesa con una tradición vitícola a priori mayor y sobre todo con un mayor reconocimiento: «Cotejar las cifras fue una sorpresa porque hablamos de una zona histórica, con una fuerte vinculación incluso medieval del viñedo a los monasterios, pero también de una comarca que hasta ya entrados los años 80 sufría auténticos problemas de maduración de las uvas por el frío», explica Fernando Martínez de Toda, catedrático de Viticultura de la Universidad de La Rioja (UR).
Martínez de Toda, viticultor además de Badarán, explica que «la década de los 70 es la más fría del siglo XX y los vinos del alto Najerilla los definían las bodegas de Cenicero como ‘vinagrillos’ a los que prestaban poca atención y de los que únicamente apreciaban su acidez». El profesor considera en la actualidad el Alto Najerilla es «una de las zonas más interesantes y por descubrir de Rioja, ya que, además del viñedo viejo, tiene la identidad varietal de la garnacha, protagonista en todas esas pequeñas parcelas antiguas, gran diversidad de suelos y orientaciones y, sobre todo, el cambio climático que permite alcanzar maduraciones antes inimaginables y dar vinos con mucha personalidad y diferentes».
No es la única. En la zona más occidental de Rioja, al abrigo de los Obarenes, están surgiendo nuevas bodegas y vinos con cada vez mayor reconocimiento y prestigio. También era la garnacha, y los claretes, protagonista en gran medida de la zona, aunque combinada con los tempranillos de zonas frías como Villalba, Sajazarra, Cuzcurrita… Hoy es claramente otra de las zonas emergentes de Rioja, como sucede también en La Rioja Baja en los viñedos más pegados a la sierra (La Hez, Yerga…): «El cambio climático está cambiado las cosas; de la misma forma que en Rioja Alavesa los mejores viñedos están ahora en las faldas de la sierra, cuando hace unas décadas tenían también muchos problemas de maduración», explica Martínez de Toda. «El cultivo –continúa– se desplaza hacia arriba en busca de la frescura y abre un gran abanico de posibilidades».
Viñedos singulares
El profesor recibió recientemente el encargo del Consejo Regulador para definir objetiva y técnicamente un ‘viñedo singular’: «Hice un trabajo pensando en la transversalidad, en la posibilidad de que sean reconocidas las parcelas de viticultores como ‘viñedos singulares’: por edad, que debería ser de mínimo de 40 años para eludir la selección clonal productiva, por conducción, por suelos, por prácticas culturales, variedades….». «No sé lo que saldrá de la ‘cocina’ –continúa–, pero el viticultor debería defender esta diferenciación de viñedos porque puede ser una gran oportunidad para diferenciar el pago por las uvas y también para conservar los viñedos viejos».
En este sentido, el catedrático de viticultura encuentra también oportunidades en el desarrollo de los vinos municipales: «Está claro que en todos los pueblos hay viñedos buenos y menos buenos, y por eso la importancia de catalogar los auténticos viñedos singulares propiedad de los viticultores, pero recuperar la identidad de las comarcas, de los vinos locales también es positivo para los productores». «Los viejos viñedos, que además de producir vinos de calidad son patrimonio y cultura, están amenazados con un modelo que no distingue las calidades de uva».
Martínez de Toda recuerda que «hubo en el 2015 ayudas de la Consejería para la conservación de viñedos de más de 50 años, pero se agotaron para el 2016, mientras las subvenciones a la reestructuración no tienen problemas presupuestario». «Necesitamos ser conscientes de lo que aún nos queda –continúa– y eso se hace elaborando esas uvas de viñas viejas por separado para vinos de calidad; por eso el viticultor debe ser consciente de que todo esto de la diferenciación le afecta y mucho, que no es sólo una cuestión de las bodegas y de poner en el mercado vinos singulares; la singularidad está en los viñedos».