El director técnico del Consejo Regulador, Pablo Franco, reiteró la semana pasada ante una representación mayoritaria de viticultores que los controles de rendimientos –que provocaron los precintados de remolque en la pasada vendimia, las cartas de aviso de descalificación y el aumento de las inspecciones de viñedo– «han venido para quedarse». Franco no ha parado de recorrer pueblos desde que llegó al Consejo hace poco más de un año para explicar que con la nueva legislación es su departamento el que está auditado externamente y quien debe demostrar que las cosas se hacen bien. En este sentido, puso de manifiesto que, pese a ser gallego, conoce a la perfección el carácter riojano: «Me di cuenta de que el primer deporte nacional no es el fútbol, sino la queja…; y el segundo, la reclamación…; y el tercero, la opinión». «Somos ‘quejólogos’, ‘reclamólogos’ y ‘opinólogos’, pero no nos damos cuenta de que tenemos grandes profesionales en las bodegas, en las viñedos y que somos capaces de hacer grandes vinos».
Franco, uno de los ponentes de la jornada organizada por ARAG-Asaja ‘El valor de Rioja está en sus principios’, dejó claro también que, más allá de los cumplimientos técnicos, los cambios en que se haya inmerso Rioja van en una única dirección para valorar los viñedos: «La calidad se centra en el origen, en las viñas y ha llegado el momento de reivindicar dicho protagonismo», en referencia a las nuevas categorías de ‘Viñedos singulares’ y ‘Vinos de municipio’ que ultiman las asociaciones en el Consejo Regulador.
Los argumentos de Franco se vieron secundados por la visión de los casos de éxito que representan Marcos Eguren (Sierra Cantabria), Álvaro Palacios (Palacios Remondo) y Agustín Santolaya (Roda). Los tres bodegueros dejaron claro que una denominación genérica sin más distinciones ya no sirve para aspirar a los mercados de precio y, aunque con algunas diferencias, sí coincidieron en que es necesario categorizar los mejores vinos y los mejores viñedos de Rioja: «Aquí no sobra nadie, todos somos necesarios y, aunque tenemos viñas de calidad media superaceptable, necesitamos algo más», explicó Marcos Eguren. «Ahora bien, con botellas a dos euros, y sin distinción alguna dentro del paraguas Rioja, es imposible», añadió.
En la misma línea, Agustín Santolaya recordó que «aunque partimos de una situación de éxito podría ser mejor». «El primer paso –agregó– sería cumplir con nuestra propia normativa de producir un máximo 6.500 kilos, no por explotación sino por parcela». Álvaro Palacios señaló que «no podemos permitirnos quedarnos al margen de lo que exige el mercado elitista, que pide una ordenación más concreta y geográfica de uvas y viñedos». Palacios animó a los viticultores a perder el miedo a los vinos de pueblo, que insistió en que deben ser los cimientos de todo este proceso de diferenciación, porque «no sabemos nada todavía de esta Rioja auténtica y a lo mejor resulta que Alfaro es mejor que Haro…; no hay que dar nada por hecho».