De encomiable hay que calificar la actuación de la Plataforma en Defensa del Paisaje y su lucha, que empezó hace, nada más y nada menos, que siete años contra aquellas primeras y enormes torres que Red Eléctrica de España plantó a los pies de San Felices, uno de los parajes más espectaculares de Rioja. Ahí siguen en su cruzada contra grandes multinacionales, ahora Iberdrola, tratando de defender un patrimonio intangible, un paisaje rural e histórico que una pésima planificación industrial y urbanística sigue esquilmando poco a poco.
La Plataforma va por libre y, más allá de palabras vacías y compromisos morales, escaso o nulo apoyo ha tenido de la administración –salvo del gobierno local jarrero– que, siguiendo al dictado los argumentos de las compañías eléctricas ha ido aprobando y autorizando los distintos procesos administrativos para el ‘mallado’ eléctrico en torno a la subestación de Haro.
Nadie ha explicado, sin embargo, porqué se planificó una subestación eléctrica en un entorno tan vulnerable como los viñedos de la localidad ni por qué se ha hecho caso omiso de las reiteradas peticiones de protección del paisaje vitícola y rural de la Plataforma.
En el 2011, a propósito de la presentación de los resultados anuales de Red Eléctrica de España, su presidente y exministro de Agricultura, Luis Atienza, tenía perfectamente clara la respuesta que iba a dar al periodista que venía desde Logroño con el único interés de interpelarle por las afecciones al paisaje riojano en lugar de por los extraordinarios resultados de la compañía: «Gracias a la electricidad pude construir una bodega; lo digo como exministro de Agricultura y también como viticultor». Olvidó decir, sin embargo, que gracias a las bodegas hay progreso y demanda eléctrica, al menos en esta región.
El paisaje es una herencia generacional de todos los riojanos, pero es que, además, es una de las principales fuentes de riqueza de la región. No se puede pretender aspirar a una candidatura a Patrimonio de la Humanidad y seguir permitiendo brutales afecciones como son las repetidas líneas eléctricas en superficie. Nadie se niega al progreso, pero, de la misma forma que se protegen otros bienes culturales e intereses mucho menos colectivos, se puede defender nuestro paisaje. El soterramiento de las líneas es únicamente una cuestión económica o a lo mejor habría que repensar la ubicación de la subestación. Yo desde luego firmo a favor de la ILP: ¡No me cablees más!, por favor.