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Alberto Gil

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Castillo de Sajazarra: raíces profundas

El enólogo en una imagen de mi compañero Juan Marín en el salón de catas

El enólogo en una imagen de mi compañero Juan Marín en el salón de catas

Jabier Marquínez expone el compromiso de la bodega con la tipicidad de la zona, pero también con las elaboraciones clásicas e históricas de Rioja

Viñedo propio, tipicidad de zona, respeto al ‘Rioja’ y atrevimiento son los pilares sobre los que Jabier Marquínez, enólogo de Castillo de Sajazarra, sujeta el proyecto bodeguero de la familia Líbano. Castillo cultiva 46 hectáreas de viñedo en Sajazarra (85%), Galbárruli y Fonzaleche y elabora vinos de zona, de pueblo, marcados por la climatología de la comarca más atlántica y fría de Rioja y con un perfil tradicional de Rioja Alta: vinos de largas crianza, trago largo y amable y, al mismo tiempo, una viticultura casi salvaje, en las mismas faldas de los Montes Obarenes, con un fuerte viento perpetuo y una fauna que se ‘aprovisiona’ a su antojo del fruto de los viñedos.
Marquínez abrió el martes por la noche la nueva temporada de catas del club de lomejordelvinoderioja.com con un blanco, In Vita 2016, de la DOP Alella (norte de Barcelona), zona por la que apostaron en el 2006 cuando en Rioja todavía estaba prohibido plantar blanco: «Muchos se fueron a Rueda, otros a Rías Baixas, pero la propiedad de Castillo de Sajazarra tenía vinculación familiar con Alella, que, además, es una comarca histórica cuyos vinos, layetanos, eran ya muy apreciados por los romanos hace 2000 años». El In Vita, un blanco fresco de xarello (pansa blanca) y sauvignon blanc, poco tiene que ver con la calidez supuesta a priori a una comarca mediterránea y es que, tal y como recordó el enólogo, acumula una media de 800 milímetros de agua al año (por 600 de Rioja). El vino destaca por una mineralidad salina que combina a la perfección con las notas florales, aunque siempre en segundo plano, del sauvignon. El In Vita es un vino kosher, como lo es también el Herenza 2016 (Rioja). Castillo de Sajazarra es una de las escasas bodegas que elaboran regularmente para la comunidad judía. «El vino es el mismo, con un coste de producción más alto por el ‘lío’ que supone para la bodega, pero nos compensa porque nos ha ayudado a estar presentes en más de cien países», explicó Marquínez.
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 La aventura kosher es ejemplo de ese atrevimiento que citaba el enólogo –como lo es también la apuesta por el cultivo ecológico hasta que el oídio lo permite–: «Elaboramos con unos protocolos de hace 4.000 años». Ahora bien, la vendimia es igual –«de hecho tenemos algunos musulmanes en las cuadrillas de recogida», aclaró Marquínez– ya que el protocolo se ciñe exclusivamente en la bodega: «Sólo un rabino o judío practicante puede ver o manipular el vino; es la gran diferencia». El Herenza, a diferencia del In Vita (ambos kosher), fue pasteurizado –sometido a una temperatura de 85 grados durante unos segundos–: «La razón no es otra que el vino no pasteurizado sólo puede ser servido por judíos, pero hay muchos restaurantes en todo el mundo que ofrecen kosher aun no siendo judíos». El Herenza es un vino de semicrianza que, cada añada estrena barrica –así lo exige el protocolo hebreo–: «Lo aprovechamos para ‘limpiar’ las barricas nuevas tres meses y luego las usamos para nuestros otros vinos». En la cata el vino muestra el perfil del tempranillo de la zona: amable de trago largo y elegante.
Solar de Líbano Reserva 2013 y Castillo de Sajazarra Reserva 2012 protagonizaron el siguiente bloque de la cata. El primero es un clásico de Rioja Alta, de larga crianza en roble americano, elegante y de paso amable y el segundo aporta un poco más de estructura con parte de la crianza en roble francés: «Cuando los prescriptores comenzaron a ‘darnos’ a los clásicos de Rioja decidimos que, por respeto a nuestros clientes y la propia región vitícola, no íbamos a dejar de elaborar Solar de Líbano de siempre». «Sacamos el Castillo –añadió Marquínez–, con un poco más de potencia pero sin abusar de la sobremadurez ni la estructura, porque creo que Rioja no puede renunciar a sus principios y su historia». En ambos vinos está presente el graciano, una apuesta de la casa desde el 2006: «Estamos en la zona más fría de Rioja y el graciano es corrector natural de pH y de acidez y ha estado presente de siempre en los grandes vinos de Rioja». «Apostamos por él, aunque alguno pensaría que estábamos locos, pero estamos muy contentos porque es una gran uva de cupaje».
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Los varietales
Castillo de Sajazarra elabora también dos producciones muy limitadas, Digma y Digma Graciano, vinos más modernos y potentes y, aunque el primero tiene un poquito de graciano, es casi un varietal de tempranillo: «Aquí seleccionamos las uvas de las fincas que nos dan la fruta más negra, la mayor potencia, en aquellas añadas en las que llegamos a obtener el perfil que buscamos, que no son todas ni mucho menos». Pese a que son vinos que se pueden calificar de ‘modernos’ se etiquetan también como reserva tras una larga crianza. El Digma Graciano sale al mercado aproximadamente una de cada tres cosechas: «Estamos teniendo suerte y el cambio climático, que ya veíamos venir en el 2006, nos ayuda en este sentido», explicó el enólogo. En la cata los Digma fueron los preferidos del público en la votación con la aplicación móvil especial que estrenó JIG para el club de catas, especialmente el último –con una nariz espectacular–.
Los vinos y sus precios
In Vita 2016: Blanco (DOP Alella). Kosher. PVP: 6,5 euros.
Herenza 2016: Semicrianza Rioja. Kosher. PVP:6,5 euros
Solar del Líbano Reserva 2013: 11,5 euros.
Castillo de Sajazarra Reserva 2013: 16 euros.
Digma 2012: 36 euros.
Digma Graciano 2012: 36 euros.

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