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Alberto Gil

Los mil vinos

Viñedos Ruiz Jiménez: primer biodinámico certificado de Rioja

En Viñedos Ruiz Jiménez cada elemento tiene sentido: unas grandes cruces de madera, que rodean la plana de Turrás –uno de los viñedos de este viticultor de Aldeanueva de Ebro– sirven a las rapaces para posarse y alimentarse de los animales que campan a sus anchas por los viñedos. Entre las cepas, Francisco Ruiz Jiménez coloca pequeñas casas de madera, ‘hotelitos’, donde anidan los insectos mientras que en el suelo de tierra suelta decenas de gusanos y lombrices enterrados disfrutan de los abonados naturales. Es un ecosistema propio el que ha creado este bodeguero que certifica toda su explotación (cien hectáreas, 60 de ellas de viña) en ecológico desde que se creó el sello en 1997 (aunque practicaba esta agricultura desde 15 años antes) y que ahora se ha convertido en el primer biodinámico acreditado de Rioja.

Las imágenes son de mi compañero Díaz Uriel

Las imágenes son de mi compañero Díaz Uriel.

La biodinámica es un movimiento nacido en 1924 en Alemania, con Rudolf Steinner como impulsor de la antropofosía (corriente filosófica alternativa) y que está cobrando un auge espectacular entre los vigneron franceses más reputados. Aunque en España cuenta por ahora con poco más de una docena de acreditados, son muchos los viticultores que presumen de utilizar sus prácticas…, de notable valor añadido para los vinos. Francisco Ruiz Jiménez no sólo presume, sino que lo acredita: «Hay mucho ‘cuento’ con los vinos naturales, artesanales…, incluso con la biodinámica, pero yo siempre he pensado que para poder decir algo hay que estar acreditado».

Demeter es una certificación privada internacional, muy exigente, que garantiza las prácticas biodinámicas, con tantos detractores como defensores: «Seguir las lunas para la poda, para los trasiegos… no es biodinámica; significa entender la tierra, la planta, los animales…», explica Ángel Amurrio (Biodinámica Tierra Viva), asesor desde hace dos años de Ruiz Jiménez en la acreditación Demeter: «Trabajo desde 1999 con la biodinámica y lo cierto es que al principio, y más en mi pueblo, Labastida, de gran tradición vitícola, me trataban como un loco pero cada vez son más las bodegas que están empleando estas prácticas».

Los cuernos de caca
Las más conocidas, y discutidas, son el relleno de cuernos con caca de vaca madurada durante 6 meses, que luego se entierran en las inmediaciones de la finca, así como de vejigas de ciervo con flor de milenrama (una planta medicinal) que se dejan colgadas del árbol madurando durante seis meses (de mayo a San Miguel) antes de ser integradas en la tierra: «No soy un ‘hippie’ ni llevo sandalias, pero sí entiendo la tierra como un organismo vivo y nos lo agradecen las plantas y, por tanto, los vinos», apostilla Ruiz Jiménez.

Es este mismo concepto el que recalca Ángel Amurrio: «La parte esotérica tiene base científica: una finca, un viñedo en este caso, es un organismo vivo, un círculo cerrado y los cuernos y las vejigas son simplemente catalizadores que hacen conectar las fuerzas del suelo y del cielo por la acción del hombre». «Lo más importante de la biodiámica –continúa– es que habla de la vida, no de la destrucción y la muerte como la agricultura convencional».

Lo que se persigue es un ecosistema propio, con animales, insectos y microorganismos, hongos incluidos, que se autorregulan, depredadores y depredados que conviven en armonía: «El hombre destruye, la propia medicina convencional destruye los virus, los patógenos, pero no cura ni previene como la biodinámica», sostiene Amurrio. Al margen de cuernos y vejigas (sólidos), los preparados líquidos que se aplican al viñedo son la pieza fundamental de esta práctica que muchas bodegas, acreditadas y no, utilizan con resultados sorprendentes (ver ficha adjunta).

Amurrio, que trabaja en Rioja y en toda España con la biodinámica e incluso en Sudamérica, asegura que están controlando la yesca y las enfermedades de madera [el cáncer actual del viñedo] con la biodinámica, mientras Ruiz Jiménez insiste en la sensatez: «No hacemos vinos mejores ni peores, pero el vino es un alimento y, cuanto menos química, mejor; esto es una filosofía vital».

Una campaña más que difícil
Crean o no en la biodinámica –el cronista mantiene también dudas, cuando menos parciales–, la campaña 2018 será recordada durante décadas en Rioja por los graves ataques fúngicos. Difícil para todos y extremadamente peligrosa para los viticultores ecológicos y biodinámicos. Además, Francisco Ruiz Jiménez, que trabaja sin red: todos sus viñedos están certificados como ecológicos y, ahora, biodinámicos. El viticultor se ha servido únicamente del azufre, traído de tierras volcánicas italianas, para combatir los hongos, y de las infusiones sin haber sufrido demasiado: «Un poco más con el tempranillo blanco, que es una variedad difícil, pero tenemos sanidad y una buena cosecha por delante».

En sus viñedos hay marcas de mildiu, de oídio…, pero los racimos están íntegros y los granos pequeños y duros [el pecado de este año es la baya grande y blanda]. «Llevo treinta años usando las infusiones, los preparados, y no tenemos problemas fúngicos. «Este año –continúa– teníamos todas las papeletas pero hemos conseguido crear un ecosistema que prácticamente se autorregula».

Los preparados

De campo. Son los preparados 500 y 501. Se introducen en los cuernos, con caca de vaca (otoño) y roca de cuarzo/sílice (primavera) y luego se entierran.
De compós. Preparados 502 (milenrama); 503 (manzanilla); 504 (ortigas); 505 (corteza de roble); 506 (diente de león) y 507 (valeriana). Son plantas medicinales cuyo extracto se diluye en agua y se aplican sobre el viñedo en diferentes fases del ciclo.
Funciones. Benefician la floración, fructificación y la vida del suelo. Se relacionan con el sol, los planetas, la luz y la sombra.

Rioja, la tierra de los mil vinos

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