Un soñador que, casi de rebote, encontró en la viticultura su proyecto vital. Su vino principal, Viña Ilusión, refleja sin ambages cómo un sueño puede hacerse realidad. Martín Alonso Etayo estudió magisterio, pero se ganó inicialmente la vida como castañero (enfrente de Simago) y feriante: «Pudimos ahorrar y, con lo que ganamos, invertimos en una casa en Herce, rodeada de viñedos». «Desde niño estaba interesado en la agricultura ecológica y leía mucho, quería comprar una finca para cultivar la tierra, no necesariamente viñedo, pero la realidad es que la vid es prácticamente la única opción rentable en el campo».
Martín Alonso elabora anualmente unas 70.000 botellas, de las que exporta el 90%: «En España, hoy por hoy, no hay nada que hacer, pero tenemos ya nuestros clientes europeos sobre todo, que saben que consumen un vino sano, sin residuos y, sin querer hacernos ricos, nos permite vivir tranquilamente».
Con poco más de veinte años, este actual viticultor partió con una mochila y un libro de Masanobu Fukuoka a Japón a conocer a este agricultor, biólogo y filósofo, considerado uno de los padres de la agricultura natural y de la permacultura: «Llegué hasta allí y estuvo con él; me firmó el libro y regresé».
El viticultor aplica tres principios básicos en sus viñedos heredados de la filosofía del maestro Fukuoka: «Una agricultura sencilla, barata, es decir, sin grandes medios, y que deje tiempo para hacer otras cosas en la vida». «Me gusta esa filosofía y, mientras es cierto que en otros casos se dice que la viticultora orgánica exige más trabajo, en el nuestro no creo que sea así».
A principios de noviembre, Martín Alonso está labrando las viñas y fertilizando el suelo con un compost personal, a 700 metros de altitud en las faldas del Monte Isasa: «Es de oveja, de pastores de Préjano, que composta durante un año con residuos naturales de setas». «Luego echamos una mezcla de cereales y leguminosa sobre el suelo que, en mayo recogemos y trituramos de forma que las viñas quedan cubiertas de paja protegidas de la sequía».
El entorno está rodeados de chopos, robles, acacias, membrillo cerezos y olivos, en torno a una vivienda bioclimática en la que vivía Martín y su familia hasta que las obligaciones escolares de sus hijos les han llevado a la ciudad. «Volveré, seguro, lo hago todos los días para trabajar la viña, pero lo haré también para vivir», asegura. «La agricultura, en este caso la viticultura, es mi vida; en lugar de comprarme una caravana –continúa– e irme a La India, encontré aquí, en Herce, mi sitio, mi lugar para vivir».
El vino
Viña Ilusión. Vino joven elaborador con viticultura ecológica. Mayoritariamente tempranillo, con algo de graciano, garnacha y cabernet sauvignon.
Precio. 5 euros.