El vino de Cenicero, hoy uno de los municipios riojanos de aptitud más reconocida para el cultivo de la vid, no siempre fue bueno. En el siglo XVIII, tras una de las cíclicas crisis de precios por las idas y vueltas del entonces mercado local, los sobrantes de vino se emplearon para la elaboración de cemento y la construcción de casas por la sencilla razón de que era más barato, o más cómodo, que recoger el agua en las pozas o en los ríos. La anécdota la contó Luis Zapatero, presidente de Bodegas Riojanas, que celebró el miércoles su 125 aniversario para ilustrar que aquellos momentos (1890) no fueron fáciles.
Bodegas Riojanas, junto con otras casas centenarias, contribuyó al desarrollo del Rioja moderno que, adoptando las técnicas de elaboración y crianza bordelesas, revolucionó el vino de ‘pasto’ riojano para convertirlo poco a poco en un vino de calidad como el que conocemos hoy en día. Felipe Nalda, histórico enólogo de Bodegas Riojanas (en activo desde 1960 a 2012) dirigió, junto con el actual enólogo Emilio Sojo, una cata histórica con cinco de las añadas más representativas de la bodega: de 1942 a 1986.
La elección de los vinos no fue por azar, ya que cada uno de ellos es indicativo de las diferentes épocas por las que ha atravesado la bodega y, lo que es más importante, la propia denominación de origen y, en definitiva, la sociedad riojana.
1942, cosecha del primer vino de la cata, un Viña Albina, era año de la postguerra, de la hambruna, y de las necesidades alimentarias. El gobierno franquista daba prioridad a la alimentación de una sociedad empobrecida o más bien arruinada. «Los campos españoles, y riojanos, se llenaban de cereal que iba desplazando el viñedo a las zonas más difíciles y menos fértiles: las laderas», explicó Felipe Nalda. Paradójicamente, estos años, décadas incluso, son los mejores desde el punto de vista de la calidad para los vinos riojanos. Cenicero, en cualquier caso, conservaba viñedos y los registros de la bodega testifican que se elaboró en 14 pequeños calados familiares de la localidad. Riojanas, por su parte y pese a las consecuencias de la postguerra, había ampliado la capacidad de almacenamiento hasta 2.000 barricas (hoy son 26.0000, aunque muy por encima de las 100 con que comenzaron en 1990).
Los 50 fueron también una buena década para los vinos riojanos. Bodegas Riojanas amplió de nuevo las instalaciones para albergar más de 3.000 barricas. El Monte Real de 1955, el segundo vino de la cata, pertenece a una añada excelente, una de las mejores de la década, con 1952 y 1958. La crianza de entonces poco o nada tenía que ver con la actual: «Los vinos estaban mucho tiempo en barricas viejas; no había botelleros y se estabilizaban dentro de la madera hasta que se embotellaban para salir al mercado», recordó Felipe Nalda. Monte Real era la otra marca de Riojanas. Las cosas han cambiado, y mucho, pero no demasiadas se han inventado, sino perfeccionado. Monte Real era un vino con más estructura que Viña Albina, de viñedos, de pagos de las zonas más altas y de bajo rendimiento de Cenicero, que daban la estructura natural al vino, mientras que Albina incorporaba uvas de varias zonas y procedencias.
1964 es la añada del siglo XX, sin discusión, y así lo demuestran todos los testimonios embotellados que aún quedan en los cementerios de las casas históricas de Rioja: «Muy buena en cantidad y en calidad y ruinosa para el viticultor al haber mucho excedente de uva», aclaró el enólogo. Fue la primera cosecha en que Felipe Nalda se estrenó como responsable máximo y tuvo suerte. La evolución de los vinos es espectacular. El Monte Real 1964 de la cata es, sencillamente, magistral: expresivo desde el primer momento y vivo pese a sus más de 50 años.
Monte Real de 1970 es de otra cosecha importante de Rioja, quizás la última antes del desarrollo industrial y el empobrecimiento del viñedo por la expansión y desarrollo económico de Rioja: «Llegaron Campo Viejo, AGE, Rumasa con varias bodegas…, mucho capital y muchas inversiones», apuntó Felipe Nalda. Los viñedos empezaron a ocupar sitios fértiles e importaba más la cantidad que la calidad. La del 70 fue la conocida como «cosecha inagotable». De gran éxito en el mercado, la falta de control de añadas por parte del Consejo Regulador (se creó a finales de esa década) hizo que muchas de esas nuevas bodegas pusieran vino durante años en los mercados supuestamente de 1970.
Monte Real 1986 pertenece ya a otra generación. Maderas más nuevas, con aún tiempos largos de crianza, y con viñedos ya con clones de viveros pensados para producir cantidad más que calidad pertenece a una de las décadas más pobres de Rioja desde el punto de vista del viñedo. A partir de los 90 del siglo pasado, Rioja tuvo que revisar conceptos y modificar su estilo de vinos. El empuje de Ribera del Duero obligó a bodegueros y viticultores a ponerse las pilas y cambiar al perfil de vinos. Así lo atestiguan no sólo los documentos escritos, sino también las propias botellas que casas como Riojanas aún conservan en sus botelleros: la historia de Rioja, la historia de los riojanos.
Las impresiones, vino a vino
Viña Albina 1942. Un vino de más de 70 años y uno de los mejores de la cata. Expresivo, complejo y con una acidez que aún le mantiene con vida.
Monte Real 1955. Con estructura pese a su edad. El más reducido de toda la cata que, aunque poco a poco se va abriendo, queda por debajo de su predecesor si bien muestra perfectamente las diferencias entre las marcas Albina y Monte Real.
Monte Real 1964. El mejor. Añada histórica y un vino sensacional. Expresivo desde el primer momento, limpio, delicado y que evoluciona incluso a más según pasa el tiempo en la copa.
Monte Real 1970. Otro gran vino, de otra gran añada de Rioja. Vivo, aunque ligeramente por debajo del anterior pero reflejo de que no en todos los sitios de España se podían, ni se pueden, hacer vinos de largo recorrido.
Monte Real 1986. Otro concepto de elaboración, con más presencia de la barrica (más cremoso) y más estructura y vivacidad (por su ‘juventud’). El perfil está a caballo ente los vinos antiguos (ligeros, alta acidez y muy estabilizados) y la nueva generación actual (más estructura, barricas más nuevas y más graduación).