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Martín Schmitt

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La vergüenza de los revendedores


La afición del Naturhouse está viviendo un año de gloria. Pero siempre, como en todos los sitios, hay gente y gente. Algunos son capaces de hacer miles de kilómetros, dejándose la pasta que tan dura es de ganar, por ver al equipo en tierras lejanas. Otros, sin embargo, no son así de desinteresados.

El Naturhouse ha repartido varias veces este año invitaciones a los socios. El club intenta que la gente vaya al Palacio, aunque sea a costa de perder venta de entradas: y si un socio invita a un amigo, puede que ese amigo se enganche.

Esa es la teoría. En la práctica, en las últimas ocasiones en las que el club ha hecho eso se ha detectado un comportamiento vergonzoso que, encima, va a más: socios que se plantan en la cola de la taquilla antes de los partidos para revender esas invitaciones. A un precio más barato que el oficial, claro: quién se negaría una entrada de 15 euros vendida a 5.

En el partido contra Teucro, la cosa debió ser, me cuentan, tremenda: no fueron ni uno ni dos, ni veinte, ni cincuenta. Fueron muchos los que quisieron aprovechar la generosidad del club para sacarse unos miserables eurillos y, de paso, quitárselos al club que tan generoso había sido con ellos.

No hablo de regalar invitaciones que no vas a utilizar en la cola: peor sería que se perdieran. Hablo del lamentable intento de sacar unas perras que no te correspondenn y que no te suponen nada.

Pero sí al club. Y tal y como está la economía de la entidad, ese tipo de actitudes son aún más vergonzosas. ¿Hay que recordar que esos jugadores que están a punto de entrar en Europa no están cobrando su sueldo íntegro? Si 50 “revendedores” vendieron sus 2 invitaciones, son 1.500 euros que el club no ingresa. Son 1.500 euros que alguno de los jugadores no va a cobrar.

Así de sencillo. Así de triste. Así de vergonzoso.

 
 
 

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