No voy a escandalizarme por los sueldos acordados para los nuevos concejales del Ayuntamiento de Logroño. Los interesados me tacharían con razón de demagogo y existen ahí fuera 23.000 riojanos sin trabajo que tiene menos suerte que yo (y desde luego los ediles) a los que no voy a robar el patrimonio de la indignación. Además, siempre quedará el recurrente recurso de comparar a la ciudad con otras donde el despilfarro es vergonzante , con lo cual el debate quedaría en tablas antes de empezar.
Lo que no me resisto a cuestionar es el equilibrio entre la nómina y la productividad, entre el salario y el rango. Parece hasta modesto que toda una alcaldesa de la capital de una comunidad autónoma cobre por debajo de los 55.000 euros. Incluso aceptaría que si su trabajo da frutos los liberados tengan la retribución ahora estipulada. Pero, ¿cuál es la funcionalidad de la otra parte de la Corporación que se va a llevar más de 22.000 euros al año por el acta recién conseguida? ¿Titín merece embolsarse más de 300.000 pesetas a final de mes por representar a mi barrio? ¿Qué parte del currículum de otros de sus compañeros de pleno me he perdido para que reciban el mismo dinero?
No estoy dispuesto a desgastar más la palabra austeridad. Ni a opinar que, además de los recortes iniciales anunciados por el PP, tampoco hubiera estado de más una rebaja (aunque fuera cosmética) que superara la congelación salarial aprovechando el cambio de siglas. Pero lo que más temo no es esta información pública ni las dietas que cada uno agregue de fin de mes, sino lo que sólo ellos y los funcionarios encargados de gestionar las cuentas sabrán. Las estrellas del hotel al que acudan cuando viajen fuera representando a Logroño, el precio del menú que escogerán cuando se desplacen, los amigos a los que invitarán a costa del Consistorio, los asesores/secretarios/consejeros que cobrararán también con el dinero de todos…
De momento, me conformo con que sepan que Logroño es pequeño y cualquiera puede desplazarse a pie desde el Ayuntamiento hasta el Parlamento o cualquier barrio sin necesidad de recurrir al coche oficial.
Foto: Justo Rodríguez