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José Ángel González

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Entrevista con Pat Metheny

Mi trabajo de periodista me ha permitido a lo largo de los años acercarme a un buen puñado de grandes músicos. Hace pocos días pasó por Logroño el legendario guitarrista Pat Metheny, quien amablemente accedió a concederme una entrevista que fue publicada en su momento en Diario LA RIOJA. Como casi todos los músicos de jazz con los que me he topado, Metheny tiene una peculiar manera de razonar y de ver las cosas. Me parecen especialmente interesantes sus reflexiones acerca del proceso creativo de un solo improvisado, de la naturaleza innovadora del jazz y de su futuro.

«La clave de un buen solo es tener una historia que contar»

Guitarrista excelso, magnífico compositor, leyenda del jazz, maestro de la improvisación… El perfil de Pat Metheny (Missouri, 1954) es imposible de describir sin caer en epítetos grandilocuentes. Quizá para dar una dimensión aproximada de su figura recurriendo a hechos objetivos bastaría con decir que sus vitrinas acumulan 18 premios Grammy, tan solo uno menos que los que suman Michael Jackson y Madonna juntos. Llega al Riojafórum con su ‘Orchestrion’, inaugurando un nuevo concepto de actuación en solitario que se sirve de instrumentos acústicos controlados mecánicamente, ya sea mediante música programada por ordenador o utilizando su propia guitarra.
– ¿Cómo se le ocurrió la idea de este ‘Orchestrion Tour’?
– La génesis del proyecto está en el sótano de mi abuelo. El padre de mi madre era un gran músico y acumulaba allí toda clase de instrumentos. Era un trompetista fantástico, tocaba el banjo, cantaba muy bien… y entre los instrumentos de su colección tenía una de esas pianolas de finales del siglo XIX o principios del XX que eran tan populares en aquella época. Un día me enseñó cómo funcionaba, metiendo aquella especie de rodillos, y me pareció la cosa más alucinante del mundo. Yo adoraba ir a casa de mis abuelos, en Wisconsin, y me solía meter debajo de la pianola, con una linterna, intentando comprender su mecanismo… Todo aquello me marcó, se me quedó en la cabeza. Desde entonces siempre me han interesado mucho los instrumentos de ese tipo, como los ‘orchestrions’, y siempre he pensado que sería divertido trasladar a ese área mis ideas sobre la armonía y la melodía.
– Y finalmente lo ha conseguido.
– Sí. Con esa idea en la cabeza he estado trabajando en los últimos tiempos. He visitado a un buen número de inventores para poder construir esta orquesta sin músicos que ahora llevo de gira. Todos los instrumentos que ocupan el escenario están construidos por encargo para este proyecto.
-Usted solo en el escenario con todas esas máquinas…. ¿Por qué ha decidido renunciar a la interacción con otros músicos, a las cosas impredecibles que suceden cuando uno toca en el seno de un buen grupo?
– La misma pregunta podría hacérsela a, por ejemplo, un pianista que da un concierto en solitario, ¿no cree? Todas esas máquinas son mi instrumento, y me propician un millón de maneras de mantener conversaciones musicales con ellas, de lanzar preguntas y respuestas, llamadas y contestaciones, organizando todo sobre la marcha, de la manera más improvisada posible.
– Por lo que ya lleva de gira, ¿cómo ve que está reaccionando el público?
– La gente se vuelve totalmente loca. En todos los sitios se han agotado las entradas. De verdad que nunca he visto en mis conciertos reacciones del público como las que estoy teniendo en esta gira. Está siendo algo totalmente único.
– ¿Recuerda usted cómo empezó a interesarse por la música?
-Toda mi familia es muy musical. Mi hermano Mike, mi padre y mi abuelo eran todos trompetistas, y yo, cuando tenía ocho años, empecé a tocar la trompeta también.
– ¿Y qué sucedió después? ¿Por qué se pasó a la guitarra?
-Empecé a interesarme por la guitarra a los once años, más o menos, cuando me hice un fan total del jazz escuchando un disco de Miles Davis. Comencé a tocar profesionalmente a los 14 años en Kansas City, que era una ciudad con una escena jazzística muy activa por aquel entonces. Para cuando cumplí los 17 ya había pisado centenares de escenarios y era un músico bastante baqueteado para ser sólo un adolescente.
– Usted se ha forjado un estilo ciertamente único, pero ¿cuáles fueron sus primeras influencias?
– Por lo que se refiere a los guitarristas, Wes Montgomery, Kenny Burrell y Jim Hall. En general, Miles Davis, John Coltrane, Charlie Parker y Sonny Rollins.
– ¿Cómo ha cambiado su forma de tocar a lo largo del tiempo?
– Básicamente… ¡ahora toco mucho mejor! Cuando, aún muy joven, comencé a grabar discos y también a hacer grandes giras sólo había estado practicando con la guitarra unos pocos años.
– ¿Se siente a gusto con la etiqueta de músico de jazz?
– No tengo ni idea del significado de esa palabra.
– ¿Y en qué se inspira a la hora de improvisar un solo? ¿De qué manera los afronta?
– La clave de un buen solo es tener una historia que contar. Yo afronto una improvisación como un proceso narrativo con el que trato de describir a la gente mis sentimientos más profundos utilizando una sintaxis musical.
– En su exitosa trayectoria ha trabajado junto a una larga lista de enormes músicos, pero seguro que aún le queda alguna colaboración soñada pendiente de realizar.
– Le puedo asegurar con total sinceridad que he tenido la fortuna de tocar con cada uno de los músicos con los que deseaba hacerlo.
– ¿Hacia dónde va el jazz del siglo XXI?
– El jazz es una música de individualistas. Siempre habrá gente que vea las cosas de forma diferente a los demás y esas personas serán las que llevarán al jazz por una u otra dirección. Yo creo que el jazz es una forma de arte que no casa bien con la nostalgia, en el sentido de que en el fondo es imposible reconstruir el sonido y las sensaciones de cualquier etapa anterior. No sé muy bien por qué hay gente que intenta hacer esto, pero lo cierto es que algunos lo hacen. A mí eso no me interesa; yo disfruto con los músicos que andan buscando cosas nuevas.
– ¿Cuál es último disco que ha comprado?
– Mire, yo tengo tres niños y últimamente escuchamos mucho a los Beatles. Es increíble cómo esa música continúa diciendo algo a cada nueva generación y sigue resultando tan fresca.


marzo 2010
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