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José Ángel González

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Mis 40 Principales. Nº 36: Stan Getz & Kenny Barron. People Time


El saxo tenor Stan Getz (Filadelfia, 1927 – Malibú, 1991) es uno de mis monstruos sagrados del jazz. Si a Sinatra le llamaban The Voice (La Voz), a Stan le apodaban The Sound (El Sonido). Cualquiera que le haya escuchado una sola vez sabrá porqué. Aparte de ese sonido imperial, tan expresivo, tan hermoso, Stan Getz poseía una capacidad para la improvisación apabullante, un fraseo en el que combinaba magistralmente la relajación y la potencia, y un feeling difícilmente igualable tanto en los tiempos rápidos como en sus siempre escalofriantes baladas. En mi opinión, su amplia discografía tiene por lo menos media docena de auténticas obras maestras, pero para incluir en esta lista me he decidido finalmente por su última grabación, que tuvo lugar tres meses antes de morir.

Getz llevaba ya unos años luchando contra el cáncer, y a comienzos de 1991 supo con seguridad que estaba a pu
nto de perder la batalla. Su obsesión fue entonces poder despedirse dando su último concierto en Copenague, ciudad en la que residió esporádicamente a lo largo de su carrera y donde siempre le trataron como a un semi-dios. Su agente firmó una serie de actuaciones en el club Montmartre, de la capital danesa, para los días 3, 4, 5 y 6 del mes de marzo. Cuando llegó la hora de cruzar el Atlántico rumbo a Europa Getz estaba extremadamente débil. Una enfermera le acompañó en el avión y le procuró toda serie de cuidados durante su última aventura musical, que al final resultó ser, artísticamente hablando, una de las más impresionantes de su carrera. Como único acompañante para esa serie de conciertos se llevó consigo a su buen amigo Kenny Barron, un pianista maravilloso a quien, por cierto, pudimos ver en el Teatro Bretón en la pasada edición del Ciclo de Jazz de Logroño. Lo mejor de aquellas sesiones del Montmartre danés están recogidas en este doble CD.

Las emociones de músicos y público estaban, por supuesto, a flor de piel, y eso se nota escuchando el disco; un disco que pese a lo que pudiera esperarse no tiene nada de mortecino, lánguido ni pesaroso, sino que es un brillante y enérgico canto a la vida. Cumplida su última voluntad profesional, Stan Getz se encerró en su casa de Malibú para morir exactamente tres meses después.

Escuchemos a Getz y Barron en este East of the Sun, uno de los standards favoritos del saxofonista (y mío también):


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