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José Ángel González

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Perfiles. Bill Evans. Entre el cielo y el infierno (y III)

 

La profunda tristeza por la pérdida de Ellaine y el sentimiento de culpa por el modo en que se precipitaron los hechos colocaron a Bill Evans al bode del precipicio emocional. Decidió abandonar Nueva York y buscar refugio en Florida, donde vivía Harry, su único hermano, a quien adoraba. Harry Evans era también pianista y se ganaba la vida con la música, aunque artísticamente estaba a años luz de Bill. Harry no sólo ejerció de hermano mayor en aquellos complicados momentos de la existencia de Bill sino que casi pudede decirse que éste se convirtió por un tiempo en una especie de hijo adoptivo. Lo acogió en su domicilio, junto a su familia, le procuró cuantos cuidados pudo y le apuntó a un programa de desintoxicación de drogas que dio finalmente resultado.

 

 

Bill Evans volvió a Nueva York resucitado y fortalecido. De hecho, hacía muchísimo tiempo que Evans no se encontraba tan bien: estaba desenganchado, había engordado un poco, cuidaba su salud (siempre precaria, no obstante, pues padecía una hepatitis crónica) y hasta vestía a la moda y se teñía el pelo. Musicalmente, aquellos años entre mediados y finales de los 70 también resultaron resplandecientes. Evans mantenía al formidable contrabajista Eddie Gómez en su trío, que ahora adquiría bríos renovados con la llegada del batería Eliot Zigmund. La música de Evans había alcanzado un increíble nivel de sofisticación, de equilibrio y de belleza.

 

Pincha para ver a Evans con Eddie Gómez y Eliot Zigmund tocando \’Up With The Lark\’ en 1975

 

A principios de 1979 el pianista, de 50 años, se veía con fuerzas para dar una nueva vuelta de tuerca a su estilo musical y decidió renovar por completo su formación contratando a dos jovencísimos músicos: el contrabajista Marc Johnson y el batería Joe LaBarbera, con quienes pronto alcanzaría un nivel de compenetración sorprendente, comparable sólo al logrado con su legendario ‘Primer Trío’. Desde sus primeros conciertos la música de Evans-Johnson-LaBarbera sonó extraordinaria; las ideas brotaban a borbotones, surgían cada noche nuevas posibilidades, nuevos caminos inexplorados y nuevos enfoques. Bill Evans era consciente de que su grupo tenía un potencial incalculable y se sentía, otra vez, en la gloria.

 

 

Pero en abril del 79, al regresar al hotel tras dar un concierto en un club de Washington recibió una llamada telefónica y el mundo se le vino encima. Sumido en una profunda depresión, Harry, su hermano, se acababa de quitar la vida pegándose un tiro. Bill Evans canceló el resto de conciertos de esa gira y rumió en solitario su desesperación durante unos días, al cabo de los cuales decidió que arrojaba la toalla. Sencillamente, renunció a seguir en habitando este mundo. Volvió a la heroína y comenzó también a consumir cocaína y grandes cantidades de alcohol, apenas comía, dejó de administrarse los medicamentos para su hepatitis… En palabras de su ya excompañera Nenette: “Bill urdió un plan para huir definitivamente del dolor”.



 

Mientras su vida corría rauda y desgarradoramente hacia el fin, Evans sólo encontraba consuelo en la música. No es que siguiera tocando con su nuevo grupo, sino que redobló su actividad engordando hasta lo imposible su agenda de conciertos. El trío tocaba cada noche y en cualquier sitio, ya fuera un lujoso teatro, un festival al aire libre o un inmundo club. Evans embarcó a sus chicos, que hacían denodados esfuerzos por seguile en el ritmo, en una gira europea de 21 conciertos en 24 días. Y por sorprendente que pueda parecer, la música de Evans sonaba más vigorosa y más fresca que nunca. Manejaba el ritmo a su antojo, jugaba con el sonido, se aventuraba con éxito por cualquier extraño derrotero y, sobre todo, de su piano manaba en esta última etapa una fuerza poética absolutamente conmovedora. Milagrosamente, Evans mantendría este nivel de excelencia artística hasta su último concierto.

 

Pincha para ver a Evans con Marc Johnson y Joe LaBarbera tocar \’Your Story\’ el 9 de agosto de 1980

 

El trío comenzó un martes 9 de septiembre de 1980 una semana de actuaciones en un club neoyorquino llamado el Fat Tuesday’s. El jueves, el pianista no apareció por el local. El domingo, Joe LaBarbera entró en el apartamento de Evans, le levantó de la cama y, en contra de su voluntad, le metió en el coche para llevarle al hospital. LaBarbera entró en el centro médico llevando en brazos el cuerpo debilitado del pianista, que moriría al día siguiente, lunes 15 de septiembre de 1980, a causa de una úlcera sangrante y una bronconeumonía, tenía el hígado destrozado y estaba desnutrido.

 

 

“El lento suicidio de Bill Evans fue doloroso, pero se enfrentó a la muerte amparado por el éxtasis que le provocaba su arte”. (Peter Pettinger, pianista)


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